La peor crisis para nosotras

El nuevo coronavirus ha detonado una crisis económica mundial peculiar a causa de las medidas tomadas para detener la propagación del virus; pero, sus efectos no se han sentido de manera homogénea entre la población. Por la naturaleza de la crisis, las mujeres han sido las más afectadas y enfrentan condiciones aún más desventajosas al regresar al mercado laboral, lo que pone en riesgo décadas de avance en materia de equidad.

A nivel global además de la pérdida de ingresos de las mujeres, también aumento de manera desmedida la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerados. Si bien todas las personas estamos enfrentando dificultades sin precedentes, somos las mujeres las que estamos soportando el peso de los efectos socioeconómicos de la pandemia.

Las más vulnerables son las mujeres pobres y en condiciones de marginalidad, tienen un mayor riesgo de contraer el coronavirus y morir por esta causa, de perder los medios de subsistencia y están más expuestas a situaciones de violencia de manera cotidiana.

Según datos de ONU Mujeres la pandemia arrastrara a 96 millones de personas a la pobreza extrema para este año, de las cuales 47 millones son mujeres y niñas. Por ello, el número de mujeres y niñas que viven con dos dólares o menos al día será de 435 millones. Un 11 por ciento más que si no hubiera existido la pandemia 

Lo anterior profundizará las brechas de desigualdad entre los géneros, el número de mujeres que caerán en pobreza y pobreza extrema será mayor al de hombres. Se prevé que en el mundo para finales de 2021 habrá 118 mujeres en pobreza extrema entre los 25 a 34 años por cada 100 hombres del mismo grupo etario.

Las medidas de contención y confinamiento están provocando tasas de desempleo mayores para las mujeres, reduciendo la cantidad de horas de trabajo remunerado. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se podría perder el equivalente de 140 millones de empleos durante la pandemia, las mujeres tienen un 19% más de probabilidades de perder su empleo que los hombres.

En todo el mundo se ha aprovechado el trabajo remoto, teletrabajo o home office. En México solo entre el 20 y 23 por ciento de la población ocupada labora en actividades que podrían ser realizadas desde el hogar. Se estima que 21 millones de mexicanas han perdido su empleo en 2020.

Antes de la pandemia México contaba con poca participación femenina en la economía. Según datos del Banco Mundial (BM) a inicios de 2020, 44 de cada 100 mexicanas estaban económicamente activas. Esta posición tenía al país como el quinto en América Latina con menos mujeres en el mercado laboral. Esta desproporción se explica porque los sectores donde trabajan las mujeres fueron los más afectados y los primeros en parar durante la pandemia: hospedaje, servicios, comercio y educación.

Además estos sectores se distinguían por el empleo informal antes del inicio de la pandemia, por tanto, las trabajadoras ya estaban sujetas a bajos salarios, malas condiciones de trabajo y falta de protección social. El 58 % de las mujeres trabajaban en el sector informal, se calcula que durante el primer mes perdieron 60 por ciento  de sus ingresos.

Las que han tenido suerte encuentran trabajos precarios con bajos salarios y largas jornadas laborales. Sumando a lo anterior el trabajo doméstico y de cuidados. Para aquellas que tienen a su cargo personas con discapacidad y adultas y adultos mayores el trabajo se incrementa exponencialmente.

Asimismo las medidas de confinamiento obligan a las personas a permanecer en sus hogares, a cerrar escuelas y guarderías, la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado creció de manera excesiva. Sobre todo para las mujeres que ya dedicaban tres veces más horas que los hombres a estos trabajos. Para las madres trabajadoras ha significado equilibrar las responsabilidades del empleo a tiempo completo con las del cuidado y educación de sus hijos e hijas. La responsabilidad del cuidado de las personas enfermas y los familiares mayores también ha recaído en mayor media en las mujeres.

Es probable que al terminar la pandemia la presencia de las mujeres en el mercado laboral se reduzca y, aquellas que puedan permanecer lo hagan en peores condiciones que los hombres. Se requiere que se implementen mecanismos para revertir estos efectos en las mujeres.

Uno de los obstáculos en el largo plazo para las mujeres luego que la pandemia termine es que por verse interrumpida su participación en el mercado laboral el impacto en las jubilaciones y los ahorros afectará su seguridad económica en el futuro.

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