La 4T: de la utopía a la distopía

El espejismo del cambio

Quienes votamos por Andrés López Obrador en 2018, lo hicimos en mayor medida por el repudio que acumulamos contra un grupo político cínicamente corrupto. No fue la convicción de que él solucionaría los problemas del país. Empero, también influyó entre la población la esperanza de que su administración sería diferente, por eso se rompió récord de afluencia en las urnas. Quizá la gran expectativa generada por  las promesas de justicia a la población vulnerada, reparto equitativo de la riqueza, erradicación de  la corrupción y del dispendio en el poder, causan hoy los prematuros visos de rechazo a la autollamada 4T.  Esperábamos mucho y por eso hoy nos sentimos defraudados. Tal vez, algunas personas tomaron en serio la retórica de soluciones fáciles y rápidas a problemas estructurales que se han cocinado por décadas. Yo la verdad no, yo creía que el gobierno que promovió un cambio, sentaría las bases para que  éste se diera, eso era en lo que creía. Pero conforme avanza el actual proyecto me doy cuenta que fui timada.

Sin cambios sustanciales en problemas de fondo

No hay realmente intención  de implementar en el servicio público ninguna novedad, más allá del ardid publicitario. Posiblemente el mismo mandatario que hoy escuda su ineficacia repartiendo culpas y generado fuegos fatuos como distractores, tampoco aquilató la responsabilidad que venía intrínseca al hecho de llegar a Palacio Nacional.  La inseguridad fue uno de los temas que causaron que el hartazgo contra todo lo que oliera a partidocracia tradicional, se volcara a  favor del “nuevo” proyecto. La percepción de acuerdos cupulares con líderes criminales provocó que fuese tomada con beneplácito la novedosa promesa de López de sacar poco a poco al ejército de las calles y a través de la educación y oportunidades de ingreso, arrancar a los jóvenes de la dinámica de carne de cañón que protagonizan.  La estrategia de abrazos y no balazos al final de cuentas fue un experimento del que esperaban resultados inmediatos.  Antes de la ceguera presidencial se hablaba de un proyecto integral en el que el último recurso sería sacar el arsenal. Prometía recuperar el tejido social, educar, reencauzar a los jóvenes y darles oportunidades alternas a la que parece hoy una natural conversión en soldados de los grupos delictivos. Chocó con una adversa realidad al darse  cuenta que gestar ese cambio tomaría años y él solo tenía 6. Así que no tardó en darse por vencido y optó por repartir recursos entre el grupo poblacional que más se enlista en el narco. De ahí nació el fiasco de subsidiar a los “ninis” simulando emplearlos lo que terminó en un intento de programa social que al final, en muchos casos, beneficia paradójicamente a los vendedores de alcohol y drogas. Falsa también resultó la promesa de quitar las armas de las calles, la militarización persiste y lo peor el ejército acumula cada día mayor poder al manejar recursos y proyectos federales estratégicos. Con una táctica fallida y sin sentar las bases al cambio en ese aspecto,  los primeros 3 años de AMLO se consagran como los más letales desde que Felipe Calderón, movido quien sabe por qué hilos, dio arranque a la guerra contra la delincuencia organizada. En ese  tenor, en lo que va del actual sexenio han ocurrido en el país 80 mil 846 homicidios por cuestiones relacionadas a pugnas entre grupos armados.

La corrupción no se quedó en el pasado

Es de reconocer que el Peje supo adaptar su discurso con una precisión quirúrgica  contra una de las taras que más causan repudio entre los mexicanos: la corrupción sistémica en las esferas del poder. También se reconoce que en los primeros días se esforzaba por atacarla pero poco a poco dejó de pelear contra ella. Luego prefirió nadar de muertito cuando empezaron a llover acusaciones contra integrantes de su gabinete. Lo patético resultó que  bajo el  argumento de ataque a la corrupción se cancelaron proyectos y programas en beneficio social a pesar que no hubo una sola acusación directa contra nadie. En la 4T más rápido cayeron los habladores de los cojos y al final de cuentas hay señales de que falta la intención real de erradicar la costumbre tan arraigada de sacar ventaja económica o política del sector público cuando se puede.  No obstante, los corruptos del actual régimen son perdonados y parecen actuar con la bendición presidencial. La justicia hoy se usa como arma política cuyo Torquemada es el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto.

Entrada de caballo bueno  ¿salida de burro flaco?

 En temas como el enfrentamiento al huachicol, La esperanza de México, tuvo entrada de caballo bueno y emprendió cruzadas más mediáticas que reales contra “saqueadores del petróleo de los mexicanos”,  al pasar de los días quedaron en nada. Hoy el huachicoleo, es una empresa alterna que va viento en popa.   En el gobierno de la 4T, las mujeres no caben, se les acusa de estar en contra sin atender quejas como el hecho de que cada día mueren 11 solo por serlo. Con la careta de la victimización bien puesta, quien dirige este errático barco deja hacer en su gestión todo lo que criticó,  el pecado es que se sepa.  Hoy se atenta contra el mensajero para desvirtuar el mensaje. En este gobierno la transparencia es una ilusión. Encerrado en un halo de intocabilidad, López oculta información delicada como los documentos sobre el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía, los contratos para la compra de vacunas, datos de muertes sobre COVID por suministro de heparina sódica en un hospital de Pemex, el avión presidencial y su sospechosa rifa sin avión y el operativo contra Ovidio Guzmán, entre otros.  Además emprende sendas campañas contra medios o personas que osan cuestionar sus métodos o peor aún señalar a sus funcionarios.  El de Andrés es el gobierno que más gasta pese a que se promovió como austero ya que de entrada dilapidó  en sus primeros dos años  además de su presupuesto, casi 279 millones 770 mil pesos que dejó el gobierno anterior en fondos de reserva como el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP). A inicios de este año quedaban solo 30 millones de pesos que serían etiquetados “para hacer frente a alguna contingencia”. La contingencia llegó y hasta hoy no se ha dicho a qué rubro fueron a parar esos recursos. También  las y los diputados de Morena, prometieron austeridad en el desarrollo de sus funciones, pero nunca cumplieron.

Gastar más de lo que se tiene 

Actualmente un porcentaje muy importante del Presupuesto de Egresos Federal, se destina a mantener con vida a PEMEX, la paraestatal que, sí, es cierto, desmantelaron los gobiernos anteriores pero que en un año de pandemia, representa un gasto  inútil, mientras los hospitales públicos operan con carencias de personal y en equipo lo que deriva en mayores tasas de mortalidad por el coronavirus.  Eso sin contar el manejo errático de la enfermedad de Wuhan. En ese sentido,  pedir a la gente estar en casa hasta presentar síntomas de asfixia,  ha ocasionado  mayor número de decesos ya que las personas que acuden a los nosocomios con esas características tienen menor esperanza de sobrevivir que quienes reciben atención temprana.

Casi tres años y sin rumbo claro

El 1 de diciembre se cumplen tres años de que López Obrador tomó de manera contundente las riendas de la República. Hoy es evidente que su visión política es sectaria y no constituye un real cambio de régimen. Entró al poder con mayoría en ambas cámaras y pese a cargar con la maquinaria aceitada para echar a andar lo que él y sus alfiles llaman “una cuarta transformación”,  no hay un cambio sustancial que lo divorcie realmente de las prácticas  de  administraciones pasadas o que lo distingan entre los demás políticos. Los programas sociales, su más cacareada estrella, terminaron siendo armas de clientelismo electoral igual que en los años hegemónicos del némesis natural del actual régimen, el PRI. Quienes hoy mandan, se dicen peleados con el neoliberalismo y contra la concentración de la riqueza y para variar, también, como en sexenios anteriores, se rodean de empresarios encumbrados como Slim, Azcárraga y Salinas Pliego. Empresarios que pese al desalentador escenario que vive México, han acrecentado sus riquezas.  De López Obrador al acudir a emitir mi sufragio aquel domingo 1 de julio,  yo no esperaba soluciones mágicas a problemas torales, esperaba empeño real en atacarlos, esperaba que esa elección fungiera como un parteaguas en la vida nacional y no, no imaginaba que la muy publicitada transformación trajera implícita la posibilidad de que el país se hundiera más.

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