Aunque las encuestas diarias nos dicen que ya está todo planchado, que ya tenemos ´gober´ para los próximos seis años, también las mediciones arrojan que tenemos un alto porcentaje de la población que no sabe por quién votar, o que está en el desánimo por participar en las urnas.
En países democráticos tanto el abstencionismo como el voto nulo se hacen presentes simplemente porque la ciudadanía no se siente identificada con el perfil de los candidatos, ni los colores de los partidos políticos. Otros factores de la no-participación electoral son la inseguridad, corrupción y la caída de la economía; que considera la población no cambiará en nada con la próxima administración.
Según las encuestas que nos bombardean a diario estamos entre un 25 y 35 por ciento de la población indecisa, principalmente los jóvenes. Un número significante, pero también preocupante porque, esto quiere decir, que un mandatario podría llegar sin la legitimidad social. Además el tener un alto índice de abstencionismo significa que aún puede cambiar el panorama político.
En otro plano, la inseguridad, la crisis sanitaria y el derrumbe de la economía han impactado en la confianza en las instituciones, en las propuestas de los partidos políticos, como principales promotores del voto. Desafortunadamente ni los propios candidatos que han alzado la mano para gobernar el estado, el congreso y los ayuntamientos, han logrado comprender la difícil crisis por la que atravesamos.
En la jornada electoral que se llevará a cabo el próximo 6 de junio, los votantes que basan su voto en el de castigo, nos podrían dar una sorpresa en los resultados. Nada está escrito y aún faltan 60 largos días de campaña.
El no votar cuesta caro, y no sólo porque dejamos que otros decidan por nosotros, sino también porque el sufragio tiene un costo promedio de 150 pesos. ¡Vayamos a las urnas!
*Economista por la Universidad Autónoma Metropolitana
