Pandemia y feminismos sistémicos y antisistémicos

En México persiste una violación a nuestros derechos humanos que se manifiesta durante todas las etapas de nuestra vida.

La pandemia ha develado situaciones críticas para todas las personas. ha evidenciado desigualdades e injusticias del sistema capitalista,  pero, sin duda, son las niñas, adolescentes y mujeres quienes mayormente la han padecido.

En ese sentido, la Organización de Estados Americanos, a través de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) en su informe denominado “La violencia contra las mujeres frente a las medidas dirigidas a disminuir el contagio del COVID-19”, evidenció la forma en que este virus ensanchó, aún más, las grandes desigualdades estructurales que afectan de manera diferenciada a las mujeres y a las niñas de esta región.

En el caso de la pequeña Sofy, un feminicidio que consternó no solo a la sociedad fresnillense, sino a todo el país en el que más allá de la entendible indignación, la protesta alcanzó tintes políticos.

Lo que me ha quedado claro es la posición de muchos sectores de la sociedad que han repetido hasta el cansancio que “esas no son las formas”, es que pueden apoyar el movimiento feminista pero no están de acuerdo en la destrucción de monumentos públicos. Lo que no han entendido que esta es una lucha para reformar el sistema capitalista patriarcal, es una lucha antisistémica, es decir, una lucha para derrocar el patriarcado y extirpar el machismo que tanto daño nos hace no sólo a las mujeres y niñas, sino a toda la civilización humana, además de detener los procesos de acumulación capitalista que solo causa inequidad, desigualdad y pobreza.

Porque debo aclarar que hay feminismos sistémicos y antisistémicos. Para que un feminismo u otro tipo de lucha social sea antisistémica, requieren ser movimiento y propuesta de sociedad; si no hay movimiento ni propuesta, la lucha puede quedarse en la resistencia, en la explicación, en la denuncia, en el esfuerzo aislado, localizado que rápidamente es cooptado por el sistema sin llegar a hacerle cosquillas a este ni a sus instituciones.

El feminismo sistémico es que tiene complicidad con las financieras y la cooperación internacional, es el que sigue las directrices del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Que al final convirtieron al feminismo en otra mercancía que durante la década de 1990, lo despolitizaron, sectorizaron y neocolonizaron. Nos vendieron los espejitos de la equidad y la inclusión.

Desde este feminismo institucional somos inferiorizadas por la cultura dominante. Por ello,  no debemos postergar la construcción de un proyecto feminista con un Agenda de Género Nacional que sea construida desde la comunidad, para retejer la solidaridad comunitaria. Sólo si tenemos la capacidad de estar unidas venceremos, no dejemos que las ideas nos separen mientras al patriarcado lo fortalezcan los intereses de las clases dominantes.

Las mujeres hemos aparecido como un sector de la población que vota y no como parte constitutiva del entramado político. El proyecto del feminismo para nuestro país debe responder a los procesos históricos de cambio y revolución, de desmantelamiento del sistema patriarcal, capitalista, colonialista y neoliberal que encara los muchos Méxicos que integran este México. Debe responder a temas como la violencia estructural que actualmente vivimos, de la que todas y todos somos víctimas; así como la despenalización del aborto y ofrecer las mismas oportunidades a mujeres y hombres para reducir las brechas de desigualad.

De lo contrario, si no nos definimos a nosotras mismas, otros nos definirán en beneficio suyo y detrimento nuestro. Construir un proyecto propio, nos saca de la desesperanza en la que nos metió el neoliberalismo y nos permite construir nuestro sueño de comunidad, donde las identidades son categorías políticas y metodológicas de articulación y no de descripción, esencialismo y aceptación de la subordinación, porque sabemos que los planteamientos teóricos y las resistencias sin un proyecto, sin plantear otra forma de vida y de relaciones, se hacen funcionales al sistema.

El tejer nuestras rebeldías para que sean revoluciones crea un movimiento, que se hace permanentemente, que teje figuras y crea símbolos, donde los hilos diferentes se cruzan, el movimiento no se paraliza, no se estatiza, no se para, no se vuelve norma, no se institucionaliza, no da paso a los caudillismo, a la corrupción ni a las reformas, porque no es desde el individualismo que se teje, sino desde todas y todos en comunidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *