Por Norma Galarza
A dos años de gobierno, parecen esfumadas las esperanzas que muchos confiaron en el gobierno de Enrique Peña Nieto: un México seguro. Los mexicanos llegamos a este sexenio, hartos, cansados y concientes de las complicidades de las policías de todos los niveles de gobierno con los criminales. La realidad que estamos viviendo hoy, tiene gestándose sexenios. La corrupción sistemática, no sólo creció al amparo de los 12 años de gobiernos panistas, se arraigó con más fuerza. No resurgió la violencia en nuestro país, tan solo había una calma aparente.
La actual administración federal, se sacó la rifa del tigre. Lo que estamos viviendo no es cuestión de que haya llegado un partido político, porque sin temor al error se puede afirmar que la podredumbre no es exclusiva del priismo. También el perredismo, panismo y todos los demás partidos han aportado lo suyo, porque se han convertido en protectores y perpetuadores de la corrupción. Los partidos políticos hoy, son los feudos que “pagan” los intereses de unas cuantas familias y que no sólo se han convertido en parásitos del sistema, sino que contribuyen a opacar la gris democracia de nuestro país.
Los intereses que se mueven en las cúpulas del poder, no tienen nada que ver con una mejor calidad de vida para los ciudadanos, promesa reciclada durante cada campaña, tienen que ver con las formas en que ese grupo al mando conserva su dominio. El gobierno quiere un pueblo aletargado por la televisión, no un pueblo despierto. El gobierno quiere “zombis” que se conformen con una despensa cada dos meses, sin interés de que gobierno facilite los medios para que prosperen a largo plazo, apáticos ante el asesinato de sus vecinos o sus paisanos. Pero hoy, miles se han volcado a las calles, hoy le somos muy incómodos al poder; al poder económico, político y fáctico.
Hoy, Enrique Peña Nieto, enfrenta un gran desafío: calmar al pueblo. Pero no, nuestro presidente ha optado por ignorar el movimiento social y se va a China. No sé si esa estrategia de “poner tierra de por medio” sea la más inteligente o la más cómoda. Se va y ¿a quien nos deja al frente? ¿A un Murillo Karam harto y demacrado, del que también estamos hartos, del que tenemos sexenios de estar hartos? el gobierno federal no tiene opciones más que enfrentar su responsabilidad y dejar de encubrir a los altos funcionarios que protege. Pero no, no lo hace, ni lo hará, ¿elegirá acaso esperar, a que al pueblo se le olvide esta aberración? Quizá…
Sin duda, este no es el país que esperaba gobernar en hijo predilecto de Atlacomulco, México está harto. Llegaron al límite del pueblo acostumbrado a ser paciente y benevolente. Los mexicanos, sólo queremos que asuman su papel y si ellos también están “hartos” que renuncien.