Microcréditos, la falsa panacea del empoderamiento femenino

Entre la recesión económica derivada de la pandemia de la COVID-19, la inflación global promedio 3.9 % de este año en las economías avanzadas y 5.9 % en las economías emergentes; el incremento de los precios de los energéticos y la apreciación del dólar, por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia; los gobiernos nacionales tienen que sortear una serie de dificultades para evitar la pérdida de empleos, la contracción del crecimiento económico, fuga de capital financiero e inversión, y la caída en los niveles de bienestar de la población.

Los problemas de fondo siguen sin ser solucionados, con exceso de financiarización y endeudamiento. El SARS COV2 aceleró el cambio histórico, abriendo la posibilidad de una gran nivelación, es decir, la redistribución del ingreso y riqueza mediante la intervención del Estado, a fin de cubrir las pérdidas sociales.

El dislocamiento producido por la crisis viral, la parálisis y el rescate económico pueden recrear ese efecto, aunque dependerá como siempre de la voluntad política, para el caso de México de los caprichos del ejecutivo, que siempre buscan rédito político y no de justicia social.

En una economía monetaria de la producción, la financiarización surge de la desregulación y liberalización financiera. Demostrando cómo el desarrollo de la titulización mantiene una relación de causalidad con la financiarización y la crisis, las intervenciones de los grandes bancos y los ascensos y caídas del dólar.

Una solución que proviene de los organismos internacionales, el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para la disminución de la pobreza y la desigualdad es el proceso de otorgamiento de créditos para el empoderamiento de las mujeres. La bandera de sacar de la pobreza a las mujeres volviéndolas agentes productivos con capacidad para liderar en una economía de mercado, particularmente en zonas marginadas de América Latina.

El empoderamiento femenino consiste en infundir en las mujeres mayor autoconfianza, seguridad y poder para tomar decisiones, para resolver problemas y para organizarse y cambiar situaciones que las afecten directa o indirectamente.

Lo que se demuestra es que las mujeres son gravadas con tasas de interés muy altas, siendo las microfinancieras quienes participan en el mercado financiero global posicionando los fondos de pensiones, retribuyendo intereses a los  fondos de inversión en detrimento de ellas.

El crédito para las mujeres ha crecido bajo la influencia del Premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus. Las finanzas para los pobres, en forma de microcréditos, han pasado a formar parte de la alternativa para el empoderamiento, principalmente de las mujeres.

Pero quizás es más significativo saber cuáles son las empresas otorgantes de los créditos para los pobres, cuyo lenguaje viene a ser parte de la alternativa para empoderar y crear nuevas empresarias. “El 74% de los microcréditos en México está destinado a las mujeres, porque  son pagadoras puntuales”, señaló Roberto Soto, docente- investigador de la unidad de Estudios de Desarrollo de la UAZ.

Difícilmente se podría estar de acuerdo cuando se observa cómo las tasas de rentabilidad de estas empresas financieras han hecho, apartir del negocio del crédito, grandes ganancias. La rentabilidad de estas empresas financieras es mucho mayor a la banca comercial y la banca de desarrollo en países periféricos.

Es evidente que el desarrollo económico se ha visto comprometido, los efectos de la covid-19 no solo se cuantifican en las pérdidas humanas a causa de los frágiles sistemas de salud, sino que también se hacen notorios en la falta de políticas sociales, de empleo y gasto público.

Dentro de este escenario, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) divide la población de las mujeres en riesgo alto, riesgo medio y riesgo bajo. Al considerar una caída en promedio de 7.7% del PIB para la región latinoamericana se observa que la población de mujeres de alto riesgo, en promedio para América Latina, es de 56.9%, riesgo medio 18.6% y riesgo bajo 24.4 por ciento.

En México, la caída de 9.0% del PIB pone a las mujeres de riesgo alto en 65.2%, riesgo medio 16.9% y riesgo bajo 17.9%. Un riesgo creciente para las mujeres que si bien ha ampliado las brechas de género dentro de la familia, también las ha puesto ante una mayor vulnerabilidad como el desempleo frente a una desigualdad de oportunidades, y lo más grave, la violencia emocional, la violencia física, la violencia económica y los feminicidios.

La causa sin lugar a dudas, es la disminución del presupuesto público de programas enfocados a en atender a las mujeres, niñas, niños y adolescentes, para destinarlo a los programas prioritarios del Presidente, que a la postre lo beneficiarán en las urnas y así en  la continuidad de su proyecto político.