¿La IA reemplazará la creatividad humana?

Por Pilar Pino Acevedo 

 

“El verdadero peligro no es que las computadoras comenzaran a pensar como los hombres, sino que los hombres comenzaran a pensar como las computadoras”

Sydney J. Harris, periodista y columnista estadunidense

Noam Chomsky, lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense de origen judío -uno de los mejores intelectuales vivos del mundo-, Ian Roberts, profesor lingüista y el experto en inteligencia artificial (IA) y  Jeffrey Watumull, escribieron una columna de opinión conjunta publicada en el New York Times en días recientes. En ella que se muestran optimistas de los nuevos avances de la Inteligencia Artificial (IA), pese a que advierten de sus peligros y su amoralidad.

El optimismo, es porque la inteligencia es el medio por el que se solucionan los problemas y la preocupación,  es porque la IA llegue a degradar la ciencia y la ética al incorporar a una tecnología, una concepción fundamentalmente errónea del lenguaje y el conocimiento.

El ChatGPT de Open AI, Bard de Google y Sydney de Microsoft, son maravillas del aprendizaje automático, aunque son aclamados como los “primeros destellos en el horizonte de la Inteligencia Artificial general” en la que las máquinas superan a los cerebros humanos en términos de velocidad de procesamiento, tamaño de memoria, percepción intelectual, creatividad artística y cualquier otra facultad distintivamente humana, aunque ese momento todavía no ha llegado.

Pese a que estos programas pueden ser útiles en la programación de computadoras, se conoce por la ciencia de la lingüística y la filosofía del conocimiento, que difieren profundamente de cómo razonan y utilizan el lenguaje las personas. Estas diferencias imponen limitaciones significativas de lo que pueden hacer. Para los autores, dichos programas se encuentran estancados en una fase prehumana o no humana de la evolución cognitiva.

“Su defecto más profundo es la ausencia de la capacidad más crítica que posee cualquier inteligencia: decir no solo lo que ocurre, lo que ocurrió y lo que ocurrirá —eso es describir y predecir—, sino también lo que no ocurre y lo que podría y no podría ocurrir». Aseguran antes de subrayar que estos son los ingredientes de una explicación, «la señal de una verdadera inteligencia». Argumentan que, a diferencia de las máquinas, «el pensamiento de estilo humano se basa en posibles explicaciones y corrección de errores, un proceso que limita gradualmente qué posibilidades se pueden considerar racionalmente”.

La inteligencia humana es capaz de pensar moralmente, es decir, las personas tenemos la capacidad de limitar nuestra creatividad, con un conjunto de principios éticos que determinan lo que debería ser de lo que no. Para que sean útiles los programas como ChatGPT deberán tener la capacidad de generar resultados novedosos; además, deberá de mantenerse de contenido moralmente objetable.

Cabe preguntarse si la inteligencia artificial se desarrollará y perfeccionará hasta convertirse en un pensamiento artificial y las consecuencias éticas y morales que ello implicaría. No es descabellado hacernos estas preguntas tomando en cuenta que vivimos en una cultura de la inmediatez, donde nuestra capacidad de concentración y curiosidad se han visto mermadas por las dinámicas de las redes sociales y los teléfonos inteligentes.