Por Christian Adalid del Havre
“Las personas sin conocimientos de su pasado, su origen y su cultura, son como un árbol sin raíces” Marcus Garvey
Sé que es una palabra que está en boga en estos momentos, pero no me referiré a la cuestión personal, sino a la nacional, ya que este día 12 de diciembre es una fecha donde la mexicanidad se exalta, pero también salen o brillan los detractores que en lugar de generar unidad hacen caos.
Es un día de fe, religiosidad, espiritualidad y creencia, una faceta del ser humano que lo que busca es hacerlo mejor, es perfeccionarlo para que llegue a su trascendencia. Eso es lo que debería hacer esta fecha, sacar lo mejor de la caridad y generosidad con el otro. Debía ser el día de la esperanza de construir un futuro mejor, además de la búsqueda de la reconciliación y el perdón, vaya que le hace falta a este país tan polarizado.
Creemos en la virgen de Guadalupe en la madre del mexicano y la emperatriz de la hispanidad, Por otro lado, rechazamos a los verdaderos padres de la patria. Aquel que ideó el mestizaje de la lengua náhuatl y la espiritualidad hispana, el que fundó hospitales, escuelas y casas reales indígenas fue Hernán Cortés y luchamos por borrarlo de la historia. En el mismo olvido y rechazo, está el que provoco la libertad pacifica, el que con un plan ponía en alto la nacionalidad mejicana (así con J) y rechazaba los intentos de los vecinos del norte para apropiarse de lo que ya es suyo, sí, me refiero a Agustín de Iturbide, eliminado hasta del himno nacional.
Ese es el problema con la gente de nuestra nación que no vemos la grandeza de ambos mundos, esa fusión o mezcla de las culturas mesoamericanas y europeas. Nos decimos fervientes descendientes de Cuauhtémoc, pero no hablamos su lengua, que ni siquiera es la única ya que hay otras 67; rechazamos el origen hispano pero hablamos español, pensamos en español y oramos en español.
Lo que nos ha hecho daño es sentir vergüenza de nuestros orígenes, es creernos esa leyenda negra del origen inglés y holandés que nuestros maestros de la escuela primaria repetían cada vez que nos tocaba historia “hubiera sido mejor haber sido colonizados por los ingleses, franceses u otros, menos los españoles”. Eso deberemos preguntarles a los nativos norteamericanos y australianos casi extintos, pero no por el mestizaje, sino por el genocidio y segregación, o a los países como Haití.
La colonia francesa por excelencia que traía y llevaba esclavos y solamente explotaba sus recursos naturales. Aquí se fundaron escuelas y monasterios; hospitales y orfanatos; plazas y ciudades, no se puede negar que hubo abusos de parte de algunos de los que llegaron, pero hasta la legislación monárquica proveía de leyes que buscaban el cuidado y el reconocimiento de los indígenas.
Los dos hombres que marcaron el siglo XIX fueron Juárez y Díaz, de origen oaxaqueño, con historias de supervivencia y superación que son dignas de conocer; pero más allá de eso con una movilidad social que si en ese momento no hubiera habido las instituciones y leyes que existían en el Virreinato, jamás hubieran salido de su natal Oaxaca.
De 1821 a 2023, han pasado 200 años donde hemos experimentado cambios desde lo social, político, económico y en derechos. No somos lo mismo que cuando se dieron los primeros vivas por la independencia porque pensamos que de 1519 a 1821 no hubo cambios, pero fuimos y seguimos siendo, un país de intercambio económico mundial, que hizo que nuestro mestizaje se fuera perpetuando, esos primeros 300 años que moldearon los orígenes, pero que no se estudian y menos se quieren reconocer.
Hoy es un día de algarabía, fiesta, culto e identidad, vayamos a reencontrarnos, pausemos la polarización y rivalidad, busquemos los pensamientos comunes, sepamos que venimos de una riqueza espiritual y religiosa extraordinaria con visiones de dos mundos que hicieron de dos pueblos un país sin fronteras.
La riqueza de nuestra cultura es tal que el día hoy vemos la danza de origen indígena alabando a un Dios y su Madre de origen europeo, donde la fe en un espacio único hace que nos fusionemos en algo mejor y nuestro: la Virgen de Guadalupe.