Por Christián del Havre
“El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Abraham Lincoln
Después de cinco años de gobierno encabezado por Morena, debemos recordar cómo empezó. Fue justo antes de comenzar su mandato cuando Andrés López, dijo que iba a cancelar el proyecto del aeropuerto de Texcoco porque sus pobladores no lo querían. Justamente a inicios de su gobierno, se hizo una consulta nada transparente e irregular, y decidió darle marcha atrás a lo que hubiera sido el aeropuerto más importante de Latinoamérica del se que aún pagan costos de cancelación. Así inauguró lo que él definiría el gobierno del pueblo y las consultas.
Este antecedente se menciona porque la bancada de Morena y satélites en el Senado, acaban de aprobar en comisiones una reforma al sistema de pensiones en las Afores, donde el dinero de personas de más de 70 años o que los últimos años no haya sido reclamado, se integra a una bolsa administrada por el estado. Aquí es donde nos preguntamos ¿Y la consulta para semejante decisión? ¿Dónde quedó el pueblo?
El Tren maya, una de las obras insignias del gobierno morenista, plagada de irregularidades, corrupción y falta de transparencia, jamás se consultó. Ha sido una obra que ha tenido cientos de demandas por parte de la comunidad ambientalista y habitantes despojados de sus viviendas y terrenos. Sobra decir por el el recurso que se lleva esta obra, el sistema carretero del país está en total abandono.
Ocurre algo similar con el Aeropuerto Internacional (¿?) Felipe Ángeles (AIFA). La falta de permisos legales y de la aprobación de organismos reguladores internacionales , lo han convertido en un elefante blanco. Su construcción nunca se consultó, es más, han generado decretos para obligar a volar a la población desde ese lugar y que las mercancías que llegan de otros países lleguen a ese aeropuerto, sin haberles consultado a las empresas afectadas, mientras tanto el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, está en el abandono y cayéndose a pedazos.
Tenemos (todavía no se va) un gobierno que va del cuento a la consulta, de la descalificación al decretazo, de la improvisación a la obligación, donde se aprovecha la falta de memoria del pueblo y se polariza al mismo.
La consulta fue un juego perverso para responsabilizar al pueblo de sus decisiones, para esconderse o justificar sus malas actuaciones y al final de cuentas hacerlo corresponsable de los errores cometidos.
Todo ese empoderamiento de la gente que se prometió, quedó reducido a la silla de un palacio, rodeado por bardas de acero para que el pueblo que lo sostiene, jamás llegue a molestarlo, como diría aquel presidente innombrable “ni los veo, ni los oigo”…