Por Christian Adalid del Havre
“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”
Octavio Paz
La historia moderna de nuestra querida nación, ha sido marcada por la espera del Huey Tlatoani que vendrá a rescatar a todos los ciudadanos de los males y penurias que se sufren en la vida cotidiana, a la espera del político que hará justicia social, gobernará con sabiduría y llevará a nuestra nación y sus ciudadanos al primer mundo en menos de seis años.
En este sentido de las cosas, debemos de entender que la presidenta electa Claudia, no será la redención, ni mucho esperemos que con su mayoría en el legislativo tenga una varita mágica para crear o deshacer realidades. Eso sí, ya no tiene el pretexto ni la justificación de echar culpas al pasado como si fuera un adolescente frustrado o culpar a los otros por su falta de voluntad política, tendrá todo el andamiaje para sentar las bases del desarrollo, si es que quiere.
En 1934 inició un cambio en las costumbres de la política mexicana, Lázaro Cárdenas, después de romper con su mentor y exiliarlo para terminar con el fatídico Maximato, además de inaugurar los mandatos de seis años, comienza a establecer una regla no escrita: la del respeto al periodo del presidente, donde cada mandatario tendría seis años para hacer y deshacer, sin la intervención del antecesor, su opinión sobre el gobierno en turno. Otra regla no escrita dentro de la familia revolucionaria, fue la de la alternancia en los mandatos entre el ala socialista y los liberales.
En este momento la mandataria electa, tiene dos caminos: seguir con la radicalidad de la llamada Cuarta Transformación y dejar que el presidente López Obrador se perpetúe en un Maximato del bienestar, para tratar de imponer el estado bolivariano del grupo Puebla, antes Sao Paulo, donde las libertades se restringen y el estado se maximiza, o romper como ya lo hicieron Cárdenas y Zedillo. El último al exiliar al mentor y tratar de hacer un gobierno con su marca.
Varios opinadores y especialistas han predicho que López Obrador seguirá gobernando tras bambalinas, un hecho es que ya levantó la mano para ser su apoyo y hasta vocero, Sheinbaum tiene todo a su favor para hacer que se vaya a su rancho. Por un lado, puede usar los mecanismos legales para destapar la corrupción de la familia Obrador, del clan, de los hijos y amigos, y hacer que el mandamás de MORENA sea su leal, al parar la investigación de guachicoleo que viene desde Estados Unidos en contra del líder guinda y con ello hacer que le suelten la correa de la que está sujeta.
El discurso del triunfo de la doctora fue mesurado, fue un llamado a la reconciliación y al dialogo democrático. A diferencia de las posturas del presidente y del coordinador de diputados, que hicieron temblar los memercados. En este sentido, la próxima titular del Ejecutivo puede buscar el respaldo de los heridos de su partido que siguen teniendo el control de las cámaras, y de la oposición para consolidar su gobierno. Creo que los mercados y varios ciudadanos le apuestan a lo que vieron de esa Claudia en su gobierno en la ciudad de México, un dialogo y construcción con el opositor.
No esperemos al Tlatoani, ni es Claudia, ni será Obrador, mucho menos algún apellido encumbrado en la política. De lo que varios tenemos esperanza, es que Claudia le dé su sello al sexenio que viene y deje la aventura del resentimiento bolivariano en este sexenio que fenece.
Como ciudadanos busquemos exigir la rendición de cuentas, participemos activamente en las realidades sociales que nos toquen y busquemos la cultura del dialogo y reencuentro.