Epílogo

Por Christian del Havre 

 

El lejano 2018 nos dejó un cúmulo de promesas de un país como ninguno, uno con un cambio radical que nos transformaría en un país de oportunidades y progreso.

 

Ese sueño se alzó a tal grado que cada una de las entidades federativas sucumbió al canto de las sirenas, con la oposición eclipsada ante una política que conocía pero que no comprendía.

 

Hace seis años se prometió que acabarían con la corrupción que nos dejó el legado de Peña y sus gobernadores virreyes.

 

En cambio llego la era de la lealtad antes que la capacidad, de la obediencia a ciegas antes que el señalamiento de mejora.

 

Seis años de una promesa de justicia a las víctimas de asesinatos y desapariciones. Una promesa de que los 43 llegarían con vida a sus casas, todo quedó en un discurso vano.

 

La mejora y bienestar social prometido, se quedó en el olvido de los desastres naturales y el descuido del sistema de salud.

 

El subsidiar pobres mediante programas clientelares, resultó un éxito en los afanes electorales, pero costarán al erario y al país. generaciones al no tener productividad que los respalde.

 

La promesa más esperada, era que la seguridad y la libertad llegarían, pero los abrazos y no balazos los asfixiaron porque el clima de inseguridad sigur en entidades enteras entregadas al crimen y sus nefastas consecuencias.

 

Yo le preguntaría amable lector:

¿Se siente más seguro?

¿En la actualidad tiene los beneficios que se prometieron?

¿Tienes mejores oportunidades de educación y desarrollo?

¿Le gustaría vivir en otro lugar o en este país?

¿Le gustaría seguir viviendo en el país de la trasformación y el bienestar que nos prometieron en cada Mañanera?

 

 

 

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