Por: Cuauhtémoc Calderón.
Hay temas de los que se habla todos los días —la inseguridad, la corrupción, los programas sociales— y hay otros que se ocultan bajo la alfombra, como si mencionarlos los volviera imposibles de ignorar. Uno de esos es el de las pensiones. El tema que casi nadie conoce, que quienes lo entienden prefieren evitar, y que el 99% de los mexicanos ignora por completo, pero que está destinado a explotar con una fuerza capaz de desfondar las finanzas públicas del país.
Más que salud y educación, juntos
En el Presupuesto de Egresos de la Federación 2025, el gobierno federal destina más de 2.16 billones de pesos al pago de pensiones, lo que equivale al 6% del PIB y a casi una cuarta parte del gasto público total. Para ponerlo en perspectiva: ese monto supera la suma de todo el presupuesto de salud (948 mil millones) y educación (979 mil millones). La prioridad presupuestal de México ya no está en la formación de nuevas generaciones, ni en cuidar su salud, sino en sostener un esquema de pagos que se sale de control.
Las pensiones se han convertido en un hoyo fiscal permanente. Privilegios acumulados, jubilaciones sin respaldo financiero, sistemas estatales quebrados, pensiones duplicadas y ahora una política social que, más que progresista, funciona como una herramienta electoral masiva. El programa de adultos mayores, por ejemplo, costó medio billón de pesos en 2024 y sigue creciendo.
Estados quebrados, federación ahogada
La mayoría de los sistemas estatales de pensiones están técnicamente en quiebra, por ejemplo el nuestro, el ISSSTEZAC. No hay reservas, no hay disciplina y el gobierno federal, a través de subvenciones, ha tenido que absorber de forma silenciosa el costo de esos rescates. Eso, en lugar de solucionar, traslada el problema a una escala mayor, incrementando la presión sobre las finanzas nacionales.
En 2024, México cerró con un déficit fiscal del 5.7% del PIB y el costo financiero de la deuda pública superó el billón de pesos anuales. Estamos financiando pensiones con deuda, comprometiendo el presente con dinero que viene del futuro. Explicado de forma muy simple, es como si usted compra con tarjeta de crédito su despensa cada semana sin tener el total de dinero para pagar esos gastos; tarde o temprano, colapsará.
Un fraude silencioso, pero brutal
Este no es un fraude electoral. Es un fraude de diseño estructural, que consiste en comprar votos a plazos con recursos inexistentes. Las elecciones se han ganado con transferencias, no con proyectos de nación. Y lo más grave es que nadie se atreve a decirlo: ni los gobernantes, ni los técnicos, ni los aspirantes al poder. Todos callan, porque decir la verdad cuesta popularidad.
Los ciudadanos —la mayoría sin saberlo— serán los que paguen la factura. Con inflación, con recortes, con menos servicios, con más deuda, con menos futuro. Nadie les ha explicado que este modelo tarde o temprano implicará sacrificios que hoy no imaginan.
En La Trastienda, lo decimos sin rodeos: la bomba de tiempo ya está activa. Nadie quiere hablar de ella. Quienes podrían, se callan. Quienes gobiernan, la usan.
Y mientras tanto, el reloj fiscal de México avanza… sin freno.