
Por Cuauhtémoc Calderón
Morena ha vuelto a desempolvar la carpeta de la reforma electoral. Entre sus propuestas está reducir —o incluso eliminar— los diputados y senadores plurinominales, recortar el financiamiento a partidos y rediseñar la estructura del árbitro electoral. En un Congreso dominado por el oficialismo, esta medida no sería neutra: golpearía de lleno a la pluralidad y a las minorías políticas, reforzando la concentración del poder.
El origen de los plurinominales
En 1977, bajo la mano visionaria de Jesús Reyes Heroles, la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE) introdujo la representación proporcional, y después de una elección en donde López Portillo fue candidato único y como chascarrillo se dice que comentaba eufórico “con el voto de mi mamá voy a ser Presidente de México”, con el objetivo de abrir las puertas del Congreso a todas las voces políticas, desde la izquierda proscrita hasta las expresiones regionales, evitando que una mayoría artificial ahogara el debate. Fue la vacuna contra el monocolor legislativo que había dominado por décadas.
Gracias a esa reforma, llegaron a San Lázaro y al Senado perfiles que marcaron época:
• Heberto Castillo – Ingeniero, líder moral de la izquierda, fundador del Partido Mexicano de los Trabajadores. Desde la trinchera plurinominal llevó la agenda democrática y de justicia social a un Congreso que jamás habría permitido su llegada por mayoría.
• Juan de Dios Castro Lozano – Jurista brillante, voz técnica y respetada del PAN en temas constitucionales y de Estado de derecho.
• Porfirio Muñoz Ledo – Arquitecto de la transición, figura clave en la reforma política, impulsor de contrapesos y apertura parlamentaria.
• Luis H. Álvarez – Histórico líder panista, candidato presidencial y defensor de causas ciudadanas, símbolo de la oposición ética y perseverante.
Estos plurinominales no eran premios de consolación, eran garantías de que las minorías pensantes tendrían un asiento en la mesa de las decisiones.
Cómo se desvirtuó el modelo
Con el tiempo, los partidos traicionaron el espíritu original. Las listas pluris se convirtieron en moneda de cambio. Esposas, hermanos, novias, compromisos, acuerdos de grupos con fuerza interna pero sin representatividad al exterior, figuras de televisión… todos colocados por lealtad interna, no por representar causas o sectores.
El resultado: un sistema que nació para fortalecer la democracia hoy sirve, muchas veces, para proteger intereses personales.
Lo que busca la reforma de Morena
Reducir o eliminar plurinominales no corregirá ese abuso, lo institucionaliza. Si se achican las listas, quienes sobrevivan serán todavía más cercanos a las cúpulas y menos representativos de la diversidad social. La pluralidad no se defiende quitando sillas, sino eligiendo mejor quién se sienta en ellas.
La ruta correcta
• Mantener la representación proporcional como contrapeso.
• Blindar las listas contra el nepotismo y las cuotas opacas.
• Garantizar que en ellas haya líderes sociales, expertos, minorías sustantivas y perfiles con trayectoria real.
Eliminar los pluris por culpa de los abusos es como prohibir las vacunas porque algunos médicos falsifican recetas. El antídoto no es la amputación, sino la limpieza y el uso correcto.
En 1977, los pluris fueron un puente hacia la democracia. Usarlas hoy como botín de partido es dinamitar ese puente. Y cerrarlo por completo, como propone Morena, sería condenarnos a cruzar el río del poder con un solo lado hablando… y el otro, silenciado.