A Marco Casillas: Un emperador debe morir de pie.

Por Norma Galarza 

El cuerpo y el espíritu humano coexisten de forma asincrónica.

Mientras el espíritu -o ánima- parece renovarse cada mañana y mostrar una rebelde reacción al envejecimiento, el cuerpo en contraparte empieza su vertiginosa carrera hacia la extinción desde el minuto posterior a que sale del vientre materno.

Marco y yo solíamos tener ese tipo de charlas. Hablábamos de ponto, de la idea de Albert Camus de que conforme pasan los años uno vive más por inercia que por placer.

En el caso de Marco Aurelio, contradecía totalmente al nacido en Argelia.  Él vivía conforme a sus reglas y sin limitaciones.  La muerte, pese a que sí hablábamos de ella no estaba en sus planes antes del fatal diagnóstico médico: un CA renal.

Su alma no esperaba la traición de un cuerpo al que la enfermedad atacó intempestivamente y en solo tres años aceleró su desaparición.

Aunque dio una batalla estoica al resistirse a ocupar una cama la mayor parte del tiempo de su enfermedad  pese a que el cansancio era insoslayable, tenía tatuada en la conciencia –y pegada en la cabecera de la cama como mantra matutino- la frase del sabio romano Marco Aurelio  Antonino Augusto–su tocayo, el emperador filósofo que vivió en Roma del año 121 al 180 d.c.-; “Un emperador debe morir de pie”.

En los terrenos públicos Marco Casillas ejercía con pasión la profesión de periodista de tiempo completo. Alguna vez me confesó que desde niño supo que ese sería su camino profesional y que solía entretener a sus tías en su natal Durango haciendo imitaciones de famosos y modulando la voz.

Infancia fue destino, la vida empujó sus pasos hacia el noble oficio de comunicar. Desde la escuela Secundaria y luego en la Preparatoria del Colegio Margil, dónde, durante un tiempo fue encargado del periódico mural.

Cronos lo colocó en el camino correcto al acercarlo a la estación de radio de su entonces suegro el dueño de la radiodifusora Sonido Estrella, a quien siempre vio como un maestro y con quien siempre dijo sentirse agradecido.

Se puede decir que Marco Casillas vivió del lado más escandaloso de la tormenta, tomando en cuenta que Zacatecas, la ciudad que lo acogió desde los 10 años, sigue teniendo lo conservador en las entrañas.

Sin embargo, era nómada, las raíces siempre lo halaron de regreso a Durango, la entrañable tierra nunca lo dejó ir, quizá porque como dice la canción de Chavela Vargas “uno vuelve siempre a los sitios viejos dónde amó la vida”.

Allá él amó la vida y conservó los amigos de la infancia hasta el día de su muerte. Ganador de 9 premios estatales de periodismo, además autor de 3 libros, Marco Casillas, provocaba una dicotomía de sentimientos entre la gente que lo conocía; podía ser querido y a la vez odiado.

Activista, defensor de los derechos de la comunidad LGTBTT, tenía clara la idea del respeto hacia los grupos vulnerables. También los animales formaban parte de la manada del autodenominado lobo.

La adaptabilidad de su carácter lo mantuvo vigente en medios de comunicación acumulando experiencia en todos los rubros de esa profesión, como prensa escrita, radio, televisión y posteriormente internet, con el boom de las redes sociales.

Hoy se cumplen 4 años de que Marco Aurelio Casillas, dejó este mundo luego de las complicaciones de un cáncer renal, tenía solo 52 años, mucho camino recorrido, pero demasiado joven para dejar de caminar.

Maestro de muchos, sin duda dejó un precedente en el quehacer periodístico local.

No dejó nunca la vocación periodística. El día antes de irse en los ratos de lucidez que le permitían regresar a la realidad después del efecto de la morfina, hiló una frase fiel a su irónico sentido del humor: “Pobre Fresnillo, culeros”.

Era el 5 de septiembre del 2014, un día antes Gustavo Ceratti uno de sus cantantes más admirados se había ido. También eligió para irse, el día del cumpleaños de su entrañable ídolo Freddy Mercury

A las 3:00 am. Marco decidió dejar el cuerpo, ese montón de huesos y piel que no le había podido seguir el paso a su alma inquieta. Intrínseca, dejó la frase que aprendió de un gran periodista, pero que hizo suya: Hasta pronto, hasta siempre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *