Hoy es viernes y para evadirnos un poco de las guerras políticas que vienen y también de la pandemia de coronavirus que supongo a muchos nos tiene hastiados, hablaremos de cine.
En confianza te cuento querida lectora, lector, que desde el jueves he dejado todas las responsabilidades y de manera enfermiza me até al monitor televisivo en aras de buscar alguna película o serie que mitigue las crisis de ansiedad que he padecido últimamente a raíz de un drama muy personal.
Estoy consciente de que me conoces muy poco y por eso ignoras que suelo ser una reina del drama, aprehensiva hasta el tope, hipersensible (aunque luego salgo al mundo con armadura) y eso impacta definitivamente en la salud.
Pues bueno, como no era el tema vayamos al grano. Te contaré de una película y una serie que me hicieron replantear que he sido una dramática afanada en nimiedades. Caí en la cuenta que mis problemas comparados con los problemas reales de personas de otros puntos del orbe, son para reírse.
En Netflix, junto con toda esa porquería de la que tenemos conciencia existe en esa aplicación, también hay historias muy dignas de apreciar.
Adú, es un bello ejemplo. Es una película española de Salvador Calvo y es la historia real de un pequeño cuya crisis de violencia en su país y la pérdida de su madre, lo obligan a huir rumbo a Europa junto con su hermana. Encuentran la poco usual manera de viajar sin recursos económicos en el hueco en el que se contrae la llanta de un avión de pasajeros.
El pequeño de 6 años se queda solo en el trayecto de su huida de Mozambique donde la caza furtiva de elefantes y la violencia en su aldea no le brinda grandes esperanzas. Con esa cruda realidad de fondo se lanza a una aventura que lo pondrá cara a cara con un mundo hostil y atroz.
Antes, una historia muy conocida por los mexicanos, un muro de metal y la lucha desesperada de los africanos por abandonar sus países dominados por el hambre y la violencia.
A la par de su lucha por sobrevivir, un hombre ecologista, divorciado es el encargado de una campaña de protección de elefantes en el lugar de origen del pequeño. Es español y los problemas con una hija adolescente rebelde no lo dejan ver que los humanos también necesitan ser rescatados quizá con más urgencia que los paquidermos
Los problemas del menor en su lucha por alejarse de su entorno amenazante y cruel contrastan con los problemas superficiales de la hija del defensor de elefantes, ensimismada en sus necesidades afectivas, aletargada por el consumo de drogas.
No le contaré el final por supuesto, pero me quedó clavada una frase de inicio del filme de la guardia Civil española encargada de evitar el cruce de la valla de alambre por parte de los migrantes. Más o menos dice que si todos nos vamos de nuestros países sin importar las circunstancias que hay en ellos, ¿entonces quién arreglará los problemas que nos hacen huir? de pensarse ¿no?
Me impactó de igual manera la estadística que señala que “en 2018, 70 millones de personas abandonaron su hogar en busca de un mundo mejor” y escabrosa es la cifra que dice que “la mitad de ellos eran niños”.
Esa misma cifra es la premisa fundamental de la serie de manufactura australiana que en ingles se titula Stateless y en español Desplazados.
La historia cuenta las peripecias de una joven australiana con problemas de identidad y de autoestima que es interceptada por una secta de “superación personal” que la hace perderse aún más en sus conflictos internos.
El pánico posterior a un hecho traumático, la obliga a buscar la manera de huir de su país rumbo a Alemania, pero es interceptada y llevada a un centro que alberga migrantes en espera de una visa humanitaria que les impida regresar a sus países de origen amenazados por la guerra, los fundamentalismos religiosos, los castigos a la libertad sexual que ponen en riesgo su vida.
El lugar, una cárcel parecida a las implementadas en Estados Unidos de detención de migrantes, es escenario de humillaciones contra los migrantes originarios de países del medio oriente, y de otras partes del mundo que tienen la simple aspiración de conservar la vida y tener una familia que no esté rodeada de sobresaltos y el miedo cotidiano.
Un lugar mejor donde se pueda ejercer el simple derecho de amar y pensar distinto. La protagonista al contrario, desea huir de Australia, atemorizada por amenazas de quien fuera su guía espiritual.
Sin embargo cae al lugar de encierro y mientras suplica su “deportación” a Alemania, su familia lucha por encontrarla y darle el ligar seguro al que aspiran las cientos de personas entre niñas, niños mujeres y hombres, que mal viven en la cárcel improvisada en medio de la zona árida australiana.
Las dos historias que intenté con poco éxito contarte, amiga lectora, amigo lector, tienen la finalidad de que abras un poco tu mente y aprecies lo afortunado que eres.
Es viernes, todavía no termina el encierro, ve a la plataforma de streaming y chécalas tu mismo. Espero que ambas historias te sean tan enriquecedoras como a mí. Buen fin de semana.