Tenemos una muy arraigada tradición artística machista. El discurso desde la visión masculina se ha acostumbrado desde tiempos inmemoriales al grado de que cuando las mujeres escriben, pintan o crean piezas desde cualesquiera de sus habilidades, se tiende a infravalorarlas si su discurso parece muy “femenino” o bien a indirectamente empujarlas a ejercer un travestismo artístico.
El pasado 18 de abril falleció la escritora pinense Amparo Dávila, de quien destacan sus libros de narrativa Tiempo destrozado y Música concreta, así como su poemario Salmos bajo la luna, entre otros, en los que destaca un estilo poético cuidadoso, en el que se refleja mucho del sentir de su época respecto de la sociedad sobre las mujeres y de las mismas mujeres experimentándose como tales en un mundo inhóspito.
Pese a ser una de las figuras más importantes de su generación, en Zacatecas esta escritora ha pasado un tanto desapercibida. En las investigaciones zacatecanas de literatura regional, por ejemplo las de Alejandro García, Veremundo Carrillo o Juan José Macías, queda prácticamente de lado. Da la impresión de que ella fue alguien que, aunque nacida en este territorio, más bien fue como un huésped.
La Casa de Cultura Municipal creó en 2015 el Premio de Cuento Fantástico Amparo Dávila, el cual logró apenas dos ediciones, mientras que en San Luis Potosí pervive una convocatoria similar en honor a esta mujer, pues, como bien lo menciona a doctora Irma Villasana, la estancia de Dávila en el territorio vecino dejó una huella profunda.
Todas las muertes son lamentables y no caben si quiera las comparaciones, no obstante, pese a que las condiciones en las que nos encontramos debido al Gran Confinamiento son las mismas, es imposible no notar que a algunos artistas se les rinden honores de forma pública, mientras que a Dávila solamente se le dedicó una mención en algunos portales.
De no ser por la iniciativa de algunos gestores culturales, como Arazú Tinajero y Alejandro Ortega Neri, que de manera independiente lograron juntar y organizar a artistas de todas las disciplinas para llevar a cabo un homenaje a la pinense, su pérdida en la literatura hubiera pasado desapercibida como mucho de su obra en estos territorios.
Al igual que tenemos una majestuosa catedral de estilo rococó que nos esmeramos en presumir ante cualquier foráneo, la misma que cuando los zacatecanos salimos del Estado o del país no nos permite asombrarnos tan fácilmente con otras construcciones antiquísimas, las expresiones artísticas como la literatura cumplen una labor semejante. Nuestras lecturas son también los escudos que utilizamos al leer nuevas voces, al enfrentarnos a otros lectores.
En ese sentido, recuperar el amor por leer a autoras como Amparo Dávila es una tarea que concierte no solamente a los profesores de las escuelas o a las editoriales, también a creadores y a generadores de contenido cultural, puesto que en ello reconocemos nuestra propia creación.
Su muerte es una terrible pérdida para las letras mexicanas, no obstante, tal cual se augura desde su nombre, en su obra encontramos un amparo, es decir, un refugio cuando se trata de escapar del mundo y de reencontrarnos ante paisajes y personajes ominosos, los cuales, sin duda, nos confrontan con nuestros más profundos miedos. ¿No es esa una de las funciones literarias por antonomasia, hacernos estremecer?