Por Norma Galarza
➡️La dictadura perfecta
➡️Las hojas no suele caer lejos del árbol
➡️México sin cambios de fondo
➡️Fuera máscaras
De salida
➡️Un golpeador de menores en la SEDUZAC
La dictadura perfecta.- Fue a finales de 1990. Televisa, la televisora hegemónica entonces, invitó a un panel de pensadores al programa “Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad”. En él, la élite intelectual de la época fijaba postura sobre la religión, los nacionalismos, la economía, la justicia, el socialismo, entre otros temas enmarcados en la entrada del siglo XXI. Un programa que a estas alturas nadie hubiera recordado a no ser por su edición de los últimos días de agosto de ese año. En una mesa moderada por Enrique Krauze, el escritor peruano Mario Vargas Llosa lanzó: “La dictadura perfecta no es la de Cuba de Fidel Castro: es (la de) México, porque es una dictadura de tal modo camuflada, que llega a parecer que no lo es, pero tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura”. Frente a un público atónito, reiteró que la diferencia con las dictaduras latinoamericanas radicaba en que en lugar de perpetuar a un hombre en el poder, se perpetuaba un partido. Al refutar, Octavio Paz, apuntó: El PRI “está en crisis, en vías de desaparecer. El dilema para el partido es muy claro o se transforma y se democratiza, o bien desaparece”. La respuesta del ex partido oficial llegó casi dos décadas después de ese programa: se transformó. Y lo hizo con la peculiaridad de cimentarse alrededor de un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador.
Las hojas no suelen caer lejos del árbol.- Y es que, solo un personaje emanado de las entrañas del priismo, podría gestar el discurso de transformación que en 2018, compramos como el cambio. Una panacea que prometía erradicar las viejas prácticas políticas del tricolor y fundar un nuevo México por la vía electoral y pacífica. Nació del enojo popular contra un pasado corrupto de atraco y desigualdad, que fue fácil convertir en caldo de cultivo para el discurso polarizante; esa polarización que siempre ha estado presente en la nación, pero que hoy sirve para legitimar ambiciones de una élite que nunca ha dejado de depender del erario. Promocionaron un país en el que a nadie se le condicionaran los subsidios sociales a cambio de votos, que hoy no es una realidad. Uno, en el que las campañas ya no se hicieran con dinero público. Uno, en el que el arbitro electoral fuera realmente imparcial y autónomo. Un cambio que no se pareciera al que inició en el año 2000, con alternancia simulada. Empero, lo nuevo tiende a mimetizarse con lo viejo. La estrella de las políticas públicas que es la de repatir apoyos sociales, no oculta el perverso fondo de la construcción de clientelas electorales, táctica que permitió al PRI quedarse más de 70 años.
México sin cambios de fondo.- Los problemas políticos de fondo a los que nos enfrentan a los mexicanos, parecen reeditarse. Con el “nuevo” partido que no ha tenido empacho en difuminar su ideología de izquierda a través del pragmatismo de sumar a nuevas derechas como el ex Partido Encuentro Social (PES), no hay muchas sorpresas. Se trata, como se ha tratado desde que México es libre, de buscar un sistema que emule los tiempos autoritarios del partido oficial en los que se decidía de forma unilateral sin contrapesos ni del poder legislativo ni del judicial. No hay cambio de fondo cuando la corrupción solo se niega y se esconde bajo la alfombra. Es cierto que nada nuevo podrían gestar los prófugos del priismo que encontraron arropo en la izquierda trasnochada que fue el PRD hasta el Pacto por México. En ese aspecto, mientras el Sol Azteca daba estertores por pactar con el centro y la derecha, parte de sus militantes fraguaban un nuevo instituto político que sirviera para garantizar su continuidad. Así nació Morena en 2014, sobre los huesos del partido, en cuyos residuos se había originado el primer ensayo de izquierda abierta en el país
Fuera máscaras.- Casi 6 años bastaron para que cayeran las máscaras. El que inició como un Movimiento que prometía regenerar al país, le ha dado un poder económico y político inédito a las cúpulas del ejército, que no será fácil de quitar. Ha intentado que el arbitro electoral vuelva a ser el incondicional al ejecutivo que fue en el régimen que supusimos enterrado. Los dueños del poder hoy, han dejado patente que su interés real no es el cambio estructural sino más bien mimetizarse con las prácticas del partido en el que dejaron su cordón umbilical. Quienes convencieron con la retórica de una refundación tácita del país, hoy dejan claro que la intención no es que México deje de ser la dictadura perfecta que fue por 70 años. Dejan claro, que pudieron salir del PRI, pero el PRI nunca salió de ellos. Con ese contexto, salieron ayer miles a marchar. Algunos con la idea de que sí, hay que defender al INE de no ser lo que siempre ha sido, otros solo por sacar raja política. Al final, los mexicanos seguimos en nuestra eterna disyuntiva: votar a las mismas élites repartidas estratégicamente en institutos políticos que cada proceso electoral se venden como la novedad. Qué difícil ¿O usted qué opina?
De salida
Un golpeador de menores en la SEDUZAC.- Si bien el problema no es de hoy, la Secretaría de educación debería poner atención respecto a los personajes que tiene en sus filas. Hace días, padres de familia de la Secundaria Técnica número 1 en la capital, denunciaron a José Roberto Martínez Zulohaga, por violento. El trabajador de la Seduzac, encerró a tres alumnos para propinarles una ronda de cintarazos. Sus métodos medievales, ya habían sido utilizados en otras instituciones por lo que lo único a lo que han atinado sus patrones de más de 20 años, es a cambiarlo de institución educativa. Pero el tipo ya no tiene remedio. Es un abusador de niños de entre 12 a 15 años y la verdad es que los padres de familia ya no lo deben permitir. Queda el llamado de atención a la Secretaria de Educación Maribel Villalpando Haro.