Por Christian Adalid del Havre
“A la primera manifestación de 100 mil personas me voy a Palenque”
Andrés Manuel López Obrador
Un mes antes de que Andrés Manuel López Obrador tomara posesión de la Presidencia, se realizó una marcha contra la cancelación del aeropuerto de Texcoco, ya que se preveían una serie de decisiones arbitrarias justificadas en el beneficio del “pueblo” con consultas hechas a modo o encuestas con cuestionada veracidad.
Fue desvirtuada desde el un ggobierno entrante, que entonces tenía un aplastante respaldo popular, al infundir la idea de que marchaban los que “perdieron sus privilegios”
En los últimos años el monopolio de la expresión social de las marchas, se lo adjudicó la izquierda obradorista cuyo antecedente son los movimientos encabezados por el propio mandatario. Basta recordar el famoso desafuero, la desastrosa toma de Reforma o las marchas por los 43. Cada una de ellas en beneficio de los intereses del político, donde sí era válida la toma de las calles porque las causas eran justificadas y los reclamos representativos.
La salida de la gente a los espacios públicos, generalmente, es un síntoma de la potencia de eventos, personas o causas; los desfiles patrios enarbolan ese sentimiento de nacionalismo, pero a la vez dan fuerza social al régimen en turno; el salir a las calles por alguna razón, es signo de organización y un termómetro de legitimidad. Pero también puede ser todo lo contrario, la gente también marcha por hartazgo.
En Zacatecas, desde la llegada del actual gobierno, las marchas han sido de repudio, la administración de David Monreal se la ha pasado apagando protestas y bloqueos de calles y vialidades. Ya sea por retención del salario y prestaciones de maestros, jubilados y pensionados; ciudadanas contra la violencia o los desaparecidos y de otra índole. Es más, las tomas de las calles han ocurrido hasta por parte de criminales armados con bloqueos de carreteras. En este caso, las marchas en nuestro territorio, denotan la debilidad del gobierno.
Como lo acaba de leer, las marchas no solo son expresiones de un grupo político o social de interés con el que se ejerce presión, en México, también son organizadas por grupos criminales amenazando pueblos, chantajeando gobiernos, robando y quemando vehículos.
Las hay incluso de respaldo al hampa, como ocurrió recientemente en Chiapas, donde se captaron las imágenes del desfile de poblaciones enteras que muestran gráficamente, como si fuera desfile romano, el respaldo a un grupo delincuencial.
Recientemente, se gestó entre civiles otro motivo para reclamar la calle. La amenaza a la libertad y la democracia con el amago de reformar al INE, que despertó en el ciudadano y en los grupos políticos un ideal para que se respetaran sus derechos electorales y eso llevó a la manifestación multitudinaria llamada ‘marea rosa’. En ella, lo mismo vimos a familias con mascotas incluidas hasta individuos identificados con algún color electoral, pero siempre se destacó por su organización, respeto a la propiedad pública y privada; la causa debía ser escuchada por quien detenta el poder, las personas se unieron por algo más trascendente que un beneficio inmediato y personal.
La expresión que realizó el mandatario el 29 de septiembre de 2020, a colación de las primeras manifestaciones sociales y al creerse el único con la legitimidad de generar manifestaciones sociales, en un acto de soberbia, dijo que a la primera manifestación en su contra, se iba, que no esperaría la revocación de mandato. Palabras al aire que solo quedaron como tantas de sus mentiras en la mañanera, porque ni se fue, tampoco ha cambiado el modo de operar desde el gobierno, ni sus ataques a las instituciones autónomas que escapan de su injerencia.
Las marchas sociales han seguido, ha habido más de 100 mil personas y si se acumularan, contaríamos hasta millones a lo largo de nuestro país, las causas como las de los desaparecidos, la vida y la familia, las mujeres, reducción de libertades, reducción de presupuestos, por el secuestro de territorios a manos de grupos criminales, en contra de sus obras por el daño que están provocando. Hasta el emblema usado politicamente por la oficialidad, el de los 43 de Ayotzinapa, se revivió porque que tampoco encontraron justicia con la 4T, continúan las consignas de “vivos de los llevaron vivos los queremos” y “fue el estado”.
La última marcha organizada por trabajadores del Poder Judicial, que debería ejercer automía y no hacer lo que el Ejecutivo quiere, fue desestimada, vilipendiada y hasta minimizada. Los trabajadores del tercer poder de la Unión , al igual que en su momento los del INE, tendrán que hacer de tripas corazón, porque el ejecutivo y la mayoría del legislativo están dominados por una secta que cree más en su líder que en la realidad.
Finalmente, las marchas sirven lograr interlocución con el gobierno o un cambio en la forma de aplicar políticas públicas, pero este gobierno no solo no escucha, no atiende y no ha generado cambios por más pruebas o afectados tenga. Frente a esa realidad , es necesario que el malestar social no quede en marchas del color o interés que sean, se deben traducir en una marea del voto, ese descontento debe tener causas electorales, de lo contrario seguirán las cosas como hasta ahora, con una persona que tiene otros datos, muchas promesas, mentiras para repartir y un sistema político y económico que no aguanta seis años más.