La crisis económica, la violencia y la pandemia parecen extenderse a la misma velocidad en México y en el miundo. Los expertos y economistas estiman que será una de las recesiones más profundas desde La Gran Depresión de 1929.
La buena noticia es que tenemos más herramientas y capacidades para recuperarnos, para reanudar el proceso de acumulación capitalista, refiriéndonos al proceso de generación de valor y plusvalía. Sin embargo, por otro lado, existe la fianciarización de las economías-mayor importancia del capital financiero en la economía- y estados de bienestar disminuidos por el neoliberalismo, que complican la salida de la crisis, que se dará de manera heterogénea.
El Estado de Bienestar es un concepto político que tiene que ver con una forma de gobierno en la cual el Estado, se preocupa por el bienestar de toda la ciudadanía, en la capacidad de satisfacer sus necesidades básicas. Se encarga de proveer lo que no pueden conseguir por sus propios medios y entonces se hace cargo de los servicios y derechos de una gran parte de la población considerada en desventaja, por ejemplo con el acceso universal a servicios de salud.
Al respecto, el reconocido economista marxista, Francois Chesnais señala en el análisis La economía mundial al principio de la gran recesión Covid-19, que la crisis del 2008 no terminó en junio de 2009, para los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y el fenómeno del crecimiento de la economía china se vio enlentecido. La crisis que deriva de la Pandemia del Coronavirus es una extensión de la burbuja del 2008.
Una de las herramientas que Chesnais utiliza para explicar este fenómeno es a través de la industria del acero. Desde 2010 hasta 2018 disminuyó su producción. Por tanto, existe una brecha entre la capacidad de producción y la producción real en dicha industria. Además, existe un incremento del gasto publicidad en aproximadamente 300 por ciento en la industria en general, sin que se vea reflejado incremento en los niveles de producción. Las perspectivas de crecimiento por la OCDE de la economía mundial para el 2020 eran menor al 3 por ciento antes de la pandemia, ya eran bajas.
La teoría marxista dice que existe una contradicción entre el incremento de productividad del trabajo y la disminución de la rentabilidad del capital, lo cual sólo puede superarse con crisis recurrentes de producción e inversión. “Las crisis periódicas permiten una recuperación parcial de la rentabilidad a lo largo del tiempo”. Sin embargo, esta capacidad de regeneración no ha impedido la tendencia a la baja de la tasa de ganancia en la última década. Se explica por un aumento exponencial de los precios de las materias primas y de la producción agropecuaria, así como del desgaste ambiental.
Además, la introducción de robots en los procesos de producción, es decir, la extensión de la automatización, genera una reducción del volumen total de valor producido y de la plusvalía. La plusvalía, fue definida en la obra El capital de Karl Marx. En esencia, es el valor no pagado del trabajo del obrero que crea un plusproducto (del cual se apodera el empresario). En otras palabras, la esencia de la explotación o acumulación capitalista.
A lo anterior se le conoce como “crisis de derrumbe”, acompañada por crisis de disminución de la tasa de ganancia, de realización social y de reconversión (la capacidad de adaptación del capitalismo).
La recesión que inicia a la par con la pandemia comenzará con centralización/concentración del capital productivo, pero no su destrucción, dadas las medidas que los gobiernos han adoptado, para evitar el quiebre de las empresas y la fuga de capitales, donde los más afectados serán los países emergentes y aumento de endeudamiento, tanto público como privado.
Previendo, lo anterior el Fondo Monetario Internacional (FMI) sólo está autorizado por Ley, prestar a aquellos países cuya deuda se considere sostenible. Acompañará los préstamos con demandas de reestructuración y de otro tipo. Más, el Comité para la Anulación de Deudas Ilegitimas (CADTM) ha pedido la suspensión del pago de deudas de países del Tercer Mundo.
Gracias a ello, existe una oportunidad histórica de transformar no sólo la suspensión de la deuda pública, sino de su cancelación en una demanda común a los países industrializados avanzados imperialistas y de los países con estatus económico colonial y semicolonial.