Por Pilar Pino Acevedo
Escribo con mi corazón lleno de luto y los ojos inundados de lágrimas por el doble feminicidio de Iveth de 15 años y su bebé. Ella fue torturada y asesinada a golpes por su pareja, un niño. El no tener la mayoría de edad no lo exime de ser feminicida.
Lo que más me entristece de este caso, es la participación de otra mujer, la suegra de Iveth. Quién en compañía del feminicida llevó el cuerpo sin vida de la víctima a atención médica, con el argumento de que falleció a causa de una caída en la regadera.
A más de un año de la declaratoria de la Alerta de Violencia de Género (AVG), Zacatecas se encuentra en el ranking de los estados más peligrosos para ser mujer, según datos de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim).
Lo cierto es que las autoridades implementan acciones por cumplir, sin embargo sin eficacia alguna. A diario, alguna de mis amigas, familiares y conocidas es víctima de algún tipo de violencia en los espacios donde desarrollan sus vidas.
Temo por mi hija, por mí y por todas las mujeres que habitan el estado y el país. Los agresores aprovechan el clima de impunidad y corrupción que distingue la operación del Estado y aprovechan la violencia estructural que vivimos a causa de una mal planeada guerra contra el narcotráfico, a una cultura machista y al sistema capitalista que siempre ha beneficiado al patriarcado.
En la entidad se han cometido 49 feminicidios tan sólo en el período de 2016-2018. Es un problema que va en aumento. La tasa de feminicidios en Zacatecas es de 1.6, es decir por cada 100 mil mujeres se comete un feminicido, según información del Banco Estatal de Violencia contra las Mujeres (Banevim).
Se requiere un cambio cultural y erradicar la impunidad y corrupción de las instancias de justicia para que podamos ver una disminución real de la violencia contra las mujeres, una realidad que lacera a toda la sociedad en su conjunto; porque cuando las mujeres y niñas somos violentadas tiene repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad.
El estado ha sido omiso con la justicia a las víctimas de feminicidio y sus familias, no existe labor de contención en los lugares donde han ocurrido estos lamentables delitos y parece que todo lo dejan en manos de los colectivos y organizaciones civiles porque no tienen la capacidad o no quieren controlar este problema.
Es momento de que como mujeres formemos un frente común en contra de la violencia feminicida, nos ayudemos unas a otras en las calles, trabajos, hogares y espacios públicos, porque si nosotras no nos cuidamos es claro que el Estado no lo hará aunque esté obligado a ello. Mientras paguemos impuestos es el garante de que nuestros derechos deberían cumplirse.
Además la violencia contra las mujeres afecta más a las niñas como es el caso de Iveth, Sarahi y San Juana, por mencionar algunas. Cada vez es más común –sin que deje de ser doloroso- leer en la prensa asesinatos y desapariciones de niñas y mujeres jóvenes. El hartazgo ya nos rebasó, sin embargo no es tiempo de bajar la guardia. Si no hacemos lo que esté en nuestras manos, al menos para intentar cambiar nuestro entorno personal ponemos en riesgo el futuro de nuestro país.