Lo ocurrido el viernes pasado en el Colegio Cervantes de Torreón Coahuila, en el que un niño de 11 años estudiante del sexto de primaria, ingresó con dos armas de fuego y asesinó a su maestra, hirió a un maestro y a cuatro compañeros, para finalmente quitarse la vida, nos deja una dura lección: le estamos fallando a lo más importante que tenemos; la infancia.
Somos omisos como sociedad y como Estado e incapaces de garantizar los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes. Los infantes en nuestro país, están expuestos como nunca antes a la violencia directa, cultural y estructural, agravada desde hace más de 10 años con la guerra contra el narco.
En lo que pasó en Torreón, no debemos de criminalizar al pequeño, no podemos juzgarlo sin juzgarnos como sociedad, porque fallamos en su cuidado, y también seguimos fallando en el cuidado de miles de niños y niñas. Detrás de las motivaciones de él, había un infierno. Luego de lo sucedido el viernes, se dio a conocer que vivía una situación de acoso escolar, que perdió recientemente a su madre y que había sido abandonado por su padre. Me pregunto ¿los adultos a su alrededor le hablaron, le ofrecieron contención emocional?
Por lo anterior, el hecho nos debe ocupar y hacer reflexionar como sociedad y Estado. Nos debe invitar a poner atención en los niños y las niñas de nuestros entornos. Ya que, aunque no pertenezcan a nuestra familia debemos de asumir que su bienestar es responsabilidad de todas y todos, tal como se establece en el Convenio de derechos del niño al que nuestro país estás suscrito desde 1990.
Pero vivimos en la sociedad de la omisión y de la evasión de responsabilidades. Prueba de ellos es que luego del hecho, las autoridades locales se apresuraron a afirmar que José Ángel, se inspiró en un videojuego con alto grado de violencia; y a comparar lo sucedido con el tiroteo de 1999 en Columbus, Texas. Sin duda, es una salida política, una salida fácil. Una postura que invita a soslayar la responsabilidad social del cuidado, protección y prioridad al que tienen derecho los niños, niñas y adolescentes.
En México a grandes males “curitas”; renace la operación mochila
Como ante nuestra incapacidad para asumir nuestra responsabilidad recurrimos a soluciones superfluas, el gobierno revivió la famosa operación “mochila”. No obstante, sabemos que no sirve de nada, incluso la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una recomendación para suspenderla porque es violatoria de los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes. Se vulnera su derecho a la privacidad y no se atacan las causas de fondo.
En algunos medios de comunicación se maneja que el niño vivía una “situación disfuncional”. Es claro que necesitaba de apoyo, atención y contención psicológica, aunado al hecho de que no es saludable que un pequeño tenga acceso a armas de fuego. ¿Cuántos niños, niñas y adolescentes tienen acceso a ellas? No hay respuesta, México es un país que vive una guerra, la guerra contra el crimen organizado, pero sigue omitiendo hablar de los daños colaterales.
Ante el lamentable acontecimiento de la semana pasada, La posición oficial es aplicar el programa “Mochilas seguras” y recomendar a la población “cero videojuegos”, pero eso no cambia que los hogares sean violentos, situación relacionada con la violencia de género; tasas altas de acoso escolar –con poca o nula intervención de las familias y las autoridades escolares-; espacios públicos inseguros, ya que para los niños y niñas salir solos supone un peligro; falta de sentido de comunidad, perdimos la empatía; infancias solitarias; dejamos de escuchar a niños y niñas por las cargas laborales y el ritmo de vida que nos ha impuesto el modo de producción capitalista; maternidades y paternidades forzadas y precarizadas.
El homicidio de su maestra y compañeros y posterior suicidio cometidos por José Ángel, nos habla del nivel de podredumbre que alcanzó nuestro país. Según datos de la Organización Internacional Save the Children México se posicionó en el lugar 44 de 184 países con una tasa de homicidios 5 por cada 100 niños. La más alta de América Latina, siendo esta la región con mayor número de homicidios de niñas y niños en el mundo.
Ante este panorama, es momento que se implementen políticas públicas de atención a la niñez, que favorezcan los entornos saludables para que niños y niñas crezcan sanos física y emocionalmente. Como dijo Oscar Wilde “la mejor forma de tener adultos buenos, es hacer felices a los niños”.