La fuente de vida

Por Christian del Havre 

«El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza».

Leonardo da Vinci.

Seguramente en estos días de paisajes grisáceos, atardeceres frescos y el olor a tierra mojada, ha vuelto a su mente la bendita lluvia y todo lo que resulta de su ausencia. Esa añoranza se da por una recurrente sequía que viene de al menos hace una década.

Según el Sol de México, el mal temporal de 2023 y 2024, generó una afectación de todos los municipios del estado, lo que llevo a pérdidas en la agricultura y ganadería. Esta crisis muestra sus consecuencias en la sobreexplotación de 8 de los 34 acuíferos que alimentan el estado, lo que eleva la crisis y compromete la seguridad hídrica.

Las cifras son claras: la sequia del año pasado afectó alrededor de 480 mil hectáreas de cultivo y más de 200 mil hectáreas siembra de frijol, aunado a ello las heladas, que generaron pérdida del 75% de la cosecha de uva. La superficie de la siembra de riego bajo a 14 mil hectáreas es decir, un 37% de pérdida territorial de acuerdo con datos publicados en el periódico La Jornada.

La situación en la ganadería no es mejor. Sufrió pérdidas de alrededor de 100 mil cabezas de ganado, afectando con ello a 35 mil productores, es decir, a familias y comunidades que dependen de este sustento para su desarrollo.

La sequía y la falta de atención al campo, en un mundo de climas variados y afectaciones por los cambios climáticos, está generando que solo aquellos que logran adaptarse sean quienes puedan destacar en este mundo competitivo.

La afectación a la sociedad es mayúscula ya que alrededor de 132 mil familias (según la revista Conexión) han sido afectadas directamente con el temporal irregular dejándolos vulnerables a carencias económicas y de reinversión.

La falta de lluvias favoreció la aparición de plagas y enfermedades en cultivos y ganado, generando pérdidas en diferentes regiones del estado. Unido con la crisis ganadera de este 2025 por el gusano barrenador y la falta de exportación del ganado, que trajo como consecuencia que se malbarate o se sacrifique el ganado que aún sobrevive.

La migración aun con las restricciones del país vecino, ha sido una de las válvulas de escape para familias afectadas por la falta de cultivos y ganado; el comercio local se estancó generando con ello que productores locales pierdan o malbaraten sus cosechas o lleguen al trueque para no perderle.

El estado actual del campo sin lugar a duda necesita una respuesta gubernamental. Aunque según cifras oficiales y del programa CONAZA han apoyado con 222 millones de pesos para inversión hidroagrícola, el monto no cubre las pérdidas de 3,100 millones de pesos que afectan a productores agrícolas.

Es claro que la situación hídrica debe ser tratada como un tema de seguridad alimentaria y de subsistencia. El apoyo al sector rural es sin lugar a dudas una prioridad, pero no solo con inversión para hacer eficiente el uso del riego, también se necesita la implementación de tecnologías para el manejo de aguas tratadas. Poner a funcionar las plantas tratadoras que se dejaron en el olvido en todos los municipios del estado, hacer del uso, disposición e inversión en el recurso hídrico una política de estado, no una ocurrencia transexenal que termina beneficiando a unos pocos.

 

 

 

 

 

 

 

 

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