La patria es primero

 

Por Raymundo Moreno

La nuestra es una nación singular, un país que dedica un museo nacional a las intervenciones, es decir, a las brutales invasiones de potencias extranjeras en suelo mexicano, un recordatorio tangible de lo difícil que nos ha sido prevalecer como Estado soberano. En los 203 años desde la consumación de la independencia, en México hemos tenido una constante: el beligerante protagonismo de los Estados Unidos y su “destino manifiesto”.

Traigo a colación algo de nuestro pasado para reflexionar sobre una actualidad que para algunos podría parecer extraordinaria, pero que para los mexicanos no es ajena. Me refiero a las amenazas, intromisiones y bravuconadas de nuestro vecino del norte. Las resonantes declaraciones del presidente electo Trump, quien asume el cargo el 20 de enero, tienen al planeta entero expectante y en estado de alerta, en Panamá analizan cómo lidiar con las exigencias económicas de Mar-A-Lago y su amago de apropiarse del canal, en Ucrania y la Unión Europera aquilatan el costo del repliegue estadounidense en medio de su pulso con Rusia, en China miden a su rival mientras incrementan la presión militar sobre Taiwán. En México no debemos tomar a la ligera los excesos discursivos del nuevo gobierno gringo, conocemos a Trump, pero sobre todo conocemos la idiosincrasia del sector estadounidense radical que lo llevó a la victoria el 5 de noviembre: son militaristas, violentos, racistas y con una propensión a imponer acuerdos leoninos muchas veces por la fuerza.

Ejemplos de los abusos de ese Estados Unidos hay al por mayor, desde la catastrófica invasión de 1846 y la previa guerra de Texas, hasta la participación estadounidense en la decena trágica, las matanzas en la desaparecida Bagdad, Tamaulipas, en Tampico, en Monterrey, en Villa Hermosa, en Saltillo, en Chihuahua o en Veracruz, la persecución de mexicanos en Texas y California, la anexión de la Mesilla, las amenazas a Lázaro Cárdenas ante la expropiación petrolera, los deshonrosos tratados de Bucareli, la deportación masiva de “braceros” después de la Segunda Guerra Mundial y un largo etcétera. Ejemplos de resistencia mexicana también los hay, lo mismo que de traiciones. Si bien nuestro devenir reciente mejoró y se decantó por un comercio masivo que sin duda nos ha beneficiado y mucho, no hemos estado exentos de roces e imposiciones en especial durante el primer periodo de Trump en la Casa Blanca.

El gobierno de México debe actuar con serenidad, profesionalismo, astucia y patriotismo, si algo hemos aprendido es que Washington tiene clara su superioridad y siempre busca imponer. Otro aprendizaje, profundamente arraigado en el mexicano promedio, tiene que ver con aquel extraño enemigo, ese vecino más que incómodo al que admiramos, tememos y del que recelamos, México jamás debe aceptar la presencia de militares estadounidenses en suelo nacional.

La intimidación trumpista podría llevar a la presidenta Sheinbaum a caer en la tentación de tratar de aglutinar al pueblo mexicano en torno suyo, eso sería un error, su administración no goza de la confianza de una significativa parte de nuestra sociedad polarizada, más si su torpeza nos llevara a un escenario extremo, todas y todos tendríamos que tener claro que la patria siempre es primero.

 

 

 

 

 

 

 

 

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