La trastienda #15: Del redentor al embaucador

Por: Cuauhtémoc Calderón.

La novela Todos los hombres del rey, escrita en 1946 por Robert Penn Warren, además de ser una gran obra de la literatura política estadounidense. Es, quizás, uno de los retratos más profundos y dolorosos de cómo el poder corrompe incluso a quienes prometieron destruir la corrupción.

El personaje central, Willie Stark, inicia como un hombre del pueblo, un forastero del sistema, un rebelde que denuncia a los poderosos y promete acabar con sus privilegios. Pero conforme gana influencia, fama y votos, se convierte en lo mismo que juró combatir. No por error, sino por decisión. No por accidente, sino por conveniencia.

Y esa historia, aunque ambientada en el sur de los Estados Unidos del siglo XX, podría estar ocurriendo en cualquier municipio de nuestro estado justo en este momento.

La traición más grave no es a la ley, es a la palabra

Willie Stark no traiciona al pueblo cuando comete abusos. Lo traiciona mucho antes, cuando empieza a justificar esos abusos como parte de “una causa mayor”.

Es ahí donde nace el verdadero embaucador: no en el acto ilegal, sino en la narrativa que lo disfraza. El político que dice que sus excesos son “necesarios”, que su deslealtad es “estrategia”, que su arrogancia es “liderazgo firme”.

Warren retrata con precisión esa transición moral, el reformador se convierte en cínico sin dejar de usar el lenguaje del idealismo. Y eso lo hace más peligroso.

Todos los embaucadores fueron, alguna vez, aplaudidos por decir la verdad

Lo más inquietante del libro —y de la política real— es que estos personajes no empiezan siendo corruptos. Empiezan siendo auténticos. Stark denuncia la injusticia porque la ha vivido. Llega al poder porque la gente se siente representada por él. Pero una vez arriba, el vértigo lo atrapa. La pureza no sobrevive al cinismo del sistema si no hay carácter.

Y entonces, la retórica se mantiene, pero el fondo cambia. Se rodea de aduladores. Ataca a quien lo contradice. Premia la lealtad ciega. A los críticos los llama traidores.

¿Les suena conocido?

La comunidad rota, víctimas de una seducción

En Todos los hombres del rey, los peores daños no se ven en el poder, sino en quienes creyeron. En los ciudadanos que lo defendieron. En los aliados que se jugaron su resto por apoyarlo. En la comunidad que se dividió por un hombre que decía estar con todos.

Y así sucede en nuestras ciudades también. El líder que juró no mentir termina manipulando. El que dijo gobernar con principios, termina gobernando por cálculo.

Y los que lo señalaron desde el principio fueron silenciados, no por sus argumentos, sino por sus dudas.

Porque el nuevo poder no necesita verdades, necesita zalameros con fe ciega.

Willie Stark es un espejo incómodo. Nos muestra lo que pasa cuando la ambición vence a la ética. Pero también lo que ocurre cuando la sociedad deja de exigir, de cuestionar, de decir “esto no fue lo que prometiste”.

Todos los hombres del rey es una advertencia literaria, sí. Pero también es un mapa moral para todo aquel que aspire a liderar, a representar, a servir.

Prometer ser distinto es fácil. Lo difícil es seguir siéndolo cuando el poder te ofrece la tentación de ser igual… o peor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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