La trastienda #16: La ética en tiempos de crisis

Por Cuauhtémoc Calderón

En política y en empresa, los tiempos de crisis revelan carencias operativas y fracturas morales. La prisa por resolver, la tentación del atajo o la presión por los resultados puede hacer que muchos líderes crucen líneas que jamás se hubieran atrevido a cruzar en tiempos de calma. Es justo ahí donde la ética deja de ser discurso para convertirse en prueba.

Una brújula interna, no un manual externo

Domènec Melé, en su obra Ética profesional, lo advierte con claridad: la ética profesional no es un conjunto de reglas colgadas en la pared ni un curso anual de cumplimiento. Es una disposición personal y permanente a actuar con responsabilidad, integridad y respeto, incluso —y sobre todo— cuando nadie observa o cuando las condiciones presionan para hacer lo contrario.

En el mundo de la empresa, esto implica decisiones difíciles. Decir no a prácticas corruptas, a favoritismos, a fraudes disfrazados de eficiencia. En la política, implica defender principios aunque cueste votos, poder o convenios. La ética, en su sentido más profundo, no se subcontrata. No se delega. Se ejerce.

Crisis como espejo moral

Las crisis actúan como espejos. No crean a los líderes, los revelan. Cuando una organización entra en tensión —por deudas, por conflictos internos, por pérdida de confianza—, emerge con nitidez quién está ahí para cuidar el interés común y quién solo piensa en salvarse.

La política mexicana ha dado múltiples ejemplos recientes de cómo la falta de ética ha deteriorado instituciones enteras, nombramientos por conveniencia, ataques a jueces por hacer su trabajo, funcionarios públicos que operan como activistas de partido en horas de oficina. Y no se trata solo de acciones ilegales, sino de conductas faltas de ética que erosionan el sentido mismo del servicio público.

Empresa sin ética es solo lucro disfrazado

En el terreno empresarial, la ausencia de ética se traduce en promesas vacías a clientes, explotación a empleados o daño ambiental sistemático. Y lo más grave es que muchos líderes se convencen de que actuar con principios es un lujo de quien va ganando. Nada más falso. El verdadero prestigio —el que sostiene a largo plazo— nace de la coherencia, no de la conveniencia.

La ética no florece sola

Un punto clave del libro de Melé es que las organizaciones deben crear entornos éticos, no solo esperar que sus miembros lo sean. Esto significa formar, promover y proteger liderazgos que actúen con valores. Significa hablar de ética cuando no hay escándalo. Significa tener el valor de decir: “esto está mal”, incluso si la ley no lo castiga.

Por tanto, la ética en tiempos de crisis no es una frase retórica. Es una alerta. Porque cuando se cae la economía, cuando se tambalea el poder, cuando la reputación se quiebra. Lo único que queda es cómo se actuó.

Y como decía Melé, la ética no es optativa. Es la diferencia entre liderar para construir o liderar para destruir con sonrisa de campaña.

 

 

 

 

 

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