La trastienda #7: Los apoyos sociales, una estrategia electoral encubierta

Por: Cuauhtémoc Calderón.

En La Trastienda de la política mexicana, los programas sociales se han convertido en el estandarte del gobierno actual. Con una inversión histórica que supera los 727 mil millones de pesos en 2024, según datos del Paquete Económico de ese año, estos programas parecen, a primera vista, un esfuerzo loable por combatir la pobreza y mejorar la calidad de vida de millones de mexicanos. Sin embargo, un análisis más profundo revela que, más allá de su aparente nobleza, estos apoyos han sido utilizados como herramientas electorales para mantener el poder político, sin generar transformaciones estructurales en el país.

Los datos no mienten: más dinero, mismos problemas

Desde 2018, el presupuesto destinado a la Pensión para Adultos Mayores ha experimentado un incremento del 771.4%, pasando de 53,367 millones de pesos a 465,049 millones en 2024. Este aumento ha permitido que más de 10.8 millones de beneficiarios reciban transferencias bimestrales de 6,000 pesos. Aunque esta medida ha brindado alivio económico a muchos, es crucial cuestionar si su principal objetivo es el bienestar social o la consolidación de una base electoral leal.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) ha señalado que, a pesar de la magnitud de la inversión, los resultados en términos de reducción de pobreza y desarrollo humano no han sido proporcionales. Esto sugiere que, en lugar de enfocarse en soluciones sostenibles que impulsen el crecimiento económico y la educación de calidad, el gobierno ha priorizado políticas asistencialistas que generan dependencia y aseguran votos en futuras elecciones.

El fraude electoral que no ocurrió en las urnas

La estrategia es clara: utilizar los recursos públicos para mantener una imagen de compromiso social, mientras se asegura el control político. Este enfoque es éticamente cuestionable y representa una forma sutil de fraude electoral. No se trata de manipulación en las urnas el día de la elección, sino de una compra sistemática del voto a lo largo del sexenio, disfrazada de apoyo social.

La clave está en que los programas sociales no han sido diseñados con una visión de desarrollo integral. El apoyo económico es inmediato, pero no ofrece herramientas para salir de la pobreza de manera definitiva. No hay inversión en capacitación laboral, ni en educación de calidad, ni en incentivos para la productividad. En lugar de fortalecer el empleo formal y las oportunidades de crecimiento, se ha construido un esquema de dependencia en el que millones de personas terminan atadas al subsidio gubernamental como única fuente de ingreso.

Salud, educación y crecimiento económico en crisis

Es alarmante que, mientras se destinan sumas exorbitantes a estos programas, áreas fundamentales como la educación, la salud y el desarrollo económico sostenible carecen de la inversión necesaria para generar cambios reales. La educación, por ejemplo, ha sufrido recortes en infraestructura y en programas de mejora docente, afectando la calidad de la enseñanza. El sector salud ha enfrentado una crisis derivada de la falta de medicamentos y personal suficiente, lo que demuestra que la prioridad del gobierno no ha sido mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, sino garantizar su apoyo electoral a través de transferencias directas.

Este modelo de gobierno no busca que los ciudadanos se independicen del Estado, sino que dependan de él. No quiere ciudadanos autónomos, sino votantes cautivos. Mientras tanto, el crecimiento económico sigue estancado, la informalidad laboral aumenta y la posibilidad de que los mexicanos construyan su propio futuro con estabilidad y dignidad se diluye en un mar de asistencialismo sin resultados estructurales.

¿Cómo se combate la pobreza de verdad?

Los programas sociales son necesarios en cualquier país, pero deben ser diseñados para impulsar la movilidad social, no para perpetuar la pobreza y la dependencia. En lugar de repartir dinero sin criterios de impacto real, México debería estar invirtiendo en educación, emprendimiento y generación de empleo formal.

Los países que han logrado reducir la pobreza de manera sostenible han apostado por estrategias que combinan subsidios con formación profesional, incentivos para el desarrollo empresarial y mecanismos que fomenten la autosuficiencia económica de las personas. Sin estas acciones, los programas sociales solo seguirán siendo una ilusión de bienestar, sin generar un cambio real en la vida de las personas.

México necesita oportunidades, no ilusiones

En conclusión, los programas sociales, tal como se han implementado, ofrecen una falsa ilusión de progreso. Lejos de ser herramientas de transformación, se han convertido en mecanismos de control electoral que hipotecan el futuro del país. Es imperativo que la sociedad civil y los actores políticos demanden políticas públicas que verdaderamente impulsen el desarrollo integral de México, alejándose del asistencialismo electoral y enfocándose en soluciones que promuevan la educación, el empleo y la justicia social.

En La Trastienda, sabemos que un país no se construye con dádivas, sino con oportunidades reales. La pregunta es: ¿cuándo despertará México del espejismo de los apoyos sociales?

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