[author] [author_image timthumb=’on’]https://lacuevadellobo.mx/site/wp-content/uploads/2016/09/10551098_10205904391762577_7530896506276784084_n.jpg[/author_image] [author_info]Economista, empírica del periodismo ganadora de dos premios estatales (primer lugar y mención honorífica). Sígueme en Twitter: @cuevalobo01 @normagala[/author_info] [/author] Por Norma Galarza
Hubo una actitud por parte de Miguel Alonso en el tema de la corrupción que provocó que su sexenio pasara a los anales de la historia de Zacatecas como ejemplo en ese rubro: La desfachatez con la que permitió que sus colaboradores se despacharan con la cuchara grande.
Y es que, en términos de saqueo al erario solo bastaría una leve auscultación en la finanzas de los últimos 6 ex gobernadores para constatar que en mayor o menor medida aprovecharon la bolsa abierta de los recursos públicos para comprarse ranchos, empresas y demás bienes que les garantizarían seguir en el status VIP, luego de dejar el poder.
Alonso Reyes, novato en un puesto de esa envergadura, dejó de lado las formas. Como niño ante piñata rota, se abalanzó con singular alegría amparado por la impunidad y la protección que tenía en Los Pinos y el poder que sentía eterno.
Pero, no conforme con llenar sus bolsillos, permitió en su calidad de jefe del Ejecutivo estatal que sus familiares, allegados y subordinados tomaran del dinero público sin el mínimo rubor. Y no sólo eso, como ladrones neófitos, hacían alarde de sus fechorías confiados en que el manto del poderoso Alonso Reyes los protegería a la posteridad.
Pero, como dice el dicho a cada capillita le llega su fiestecita y el ex gobernador se encargó de sembrar rencor en el corazón de la ex Contadora de Ricardo Monreal, con quien compartió creador político antes de que la veleta del poder lo colocara arriba.
Alonso Reyes no contaba con que el tiempo es el justiciero más vengativo y más temprano que tarde, encumbraría a Soledad Luévano, su acérrima enemiga (al menos eso simula), quien en el terreno político y a falta de capacidad real para responderle a los zacatecanos en el Senado de la República, revive su mejor estrategia para mantenerse viva en el gusto popular: colocar a Alonso Reyes frente a los tribunales, al menos frente a los mediáticos.
Al convite de tundirle con todo al ex Gobernador se han unido varios con gris trayectoria pero ávidos de reflectores. A todo esto súmele el repudio que a pulso se ganó el ahora millonario ex director de Fonatur, quien en su afán por favorecer a todo su círculo social cercano, no tuvo reparo en guardar las formas, o al menos simular que la cacería de brujas que protagonizó contra Amalia García tendría sustento moral.
No se interesó por contener a sus colaboradores, de ahí que funcionarios de medio pelo como Jorge Luis Santoyo exhibieran la podredumbre institucionalizada desde la SEDUZAC, donde fue coordinador administrativo, por mencionar una de las corruptelas que se normalizaron en la mayoría de las dependencias estatales. Un simple chivo expiatorio, la punta del iceberg, del desfalco que dejó las arcas estatales con números rojos.
Ahora, no es porque Soledad Luévano, o los hermanos Monreal carezcan de cola que les pisen en términos de enriquecimiento ilícito, la urgencia de desviar la atención ante su abulia es más poderosa que el miedo a que la cruzada les resulte contraproducente. Es suficiente motivo para lanzarle toda la caballería a uno que fue de los suyos, quien, por cierto ya suma 5 demandas ante la Fiscalía. ¿Cómo pienso que terminará esto? Como terminan los embates cuyo génesis no es hacer justicia sino ganar reflectores: Alonso Reyes no pisará la cárcel.