Con motivo del reciente festejo del día del estudiante, vale la pena reflexionar sobre su importancia en el actual contexto mexicano. En primera instancia, parecieran un sector que ha sido favorecido por los recursos federales, puesto que muchos están siendo beneficiados con becas económicas, las cuales tienen como principal objetivo, que sean estos jóvenes los encargados de activar la economía a un nivel muy básico: transporte, comida y artículos suntuarios.
Muchos ven en esta acción de gobierno un truco viejo: conseguir votantes para las elecciones en puerta. Y si bien es cierto que este tipo de apoyos tienen ese objetivo, también es cierto que los estudiantes suelen ser los más rebeldes en este aspecto.
Un estudiante suele ser un muchacho o muchacha cuya única responsabilidad suele ser aprobar las materias que lleva en la escuela, o al menos ese es el ideal. En este sentido, son los que menos compromiso sienten hacia algún partido político, no así respecto de una ideología. si nos preguntamos cuál es la postura de un estudiante promedio, es fácil responder que la mayoría busca el bienestar social y la libertad. Estos dos conceptos se tienen en la mente juvenil, aunque de manera muy abstracta, con mucha fuerza.
Si a un joven se le intenta atar o limitar, la resistencia que pondrá será mucho mayor que la de un adulto, puesto que en este hay mayor energía y fe. Por eso, los jóvenes deben estudiar, siempre, cualesquiera que sea su circunstancia. Por eso se debe garantizar su derecho a la educación, porque por medio de esta, la energía y fe de los jóvenes, tendrá un cauce enfocado al bien.
Dado que todos hemos sido estudiantes en algún punto de nuestras vidas, sabemos que el conocimiento es una herramienta que da poder, no solamente respecto del entorno y de los otros, sino sobre uno mismo, pues nos permite conocer nuestras capacidades, y sabemos cuán embriagante es esa sensación, no obstante, esto no solamente depende del educando, sino del educador, pues maestro y aprendiz son una dupla indisoluble.
En mi experiencia como maestra he visto que chicos y chicas de todas las edades ingresan a las aulas con una auténtica necesidad de descubrir cosas nuevas; sin embargo, somos nosotros, los profesores y profesoras, los primeros en desmotivar ese aliento vital. Nosotros, con nuestras frustraciones laborales y personales, somos quienes matamos el amor de los estudiantes por el aprendizaje.
Más grave aún, en mi experiencia como correctora de estilo, veo un terrible desinterés de los maestros y tutores de niveles profesionales y de posgrados sobre aquellos a quienes les dirigen las investigaciones o las tesis. Llegan conmigo sin tener la mínima idea de qué han hecho o de qué deberían hacer en dicho documento. He leído infinidad de proyectos tesísticos que no tienen ni fondo ni forma. Lo más fácil sería preguntar ¿qué le pasa a este estudiante que no tiene la capacidad para redactar sus ideas con estructura? No obstante, la verdadera pregunta es ¿por qué su asesor de tesis no lo ha leído? De lo contrario, el tesista no tendría mayor problema en exponer una hipótesis y demostrarla.
El gran obstáculo de un estudiante siempre será su maestro, quien podrá ayudar a los chicos y chicas a desarrollar sus potenciales inherentes, o matará ese deseo de asir el conocimiento orillándolos a abandonar su cometido, haciendo que dejen de creer en sí mismos, permitiendo que se rindan.
Es importante que veamos en los estudiantes la germinación del pensamiento crítico que tanto hace falta en nuestra sociedad actual, que fomentemos su espíritu libertario, que los animemos a manifestarse, que respetemos su individualidad, que creamos en ellos, que les otorguemos responsabilidades porque confiamos en ellos. Sin esto, la educación será solamente un acto mecánico.
En ese sentido, es esperanzador el ímpetu de los estudiantes de la UAZ, que ante los atropellos y las injusticias, salen a la calle a luchar y a exigir, que gritan y caminan al unísono, que llenan las calles hermanados en busca de mejores condiciones. Son un ejemplo para todos aquellos que se han conformado con el mundo como está. Son un orgullo para sus maestros y para la sociedad en la que viven, son un reflejo de los mismos.