El cine contemporáneo comercial parece que ha puesto especial interés en una fotografía simétrica, con varios planos y en colores sepia; esto se comprueba cuando vemos en el cine películas como Guasón y El Irlandés; o bien, tomas abiertas y llenas de luz como es el caso de Historia de un Matrimonio y Había una vez en Hollywood.
En contraste, la película de Robert Egges, El Faro, está propuesta en blanco y negro, que si bien también mantiene la simetría como característica, tiene predominio de primeros planos. Esto tiene su explicación en que los únicos colores que destacan son los que pronuncian la intensidad del mar, de los gestos y de la incomprensión entre dos hombres. De igual manera, las tomas acentúan la capacidad de los actores, Willem Dafoe y Robert Pattinson, de ser el paisaje más complejo por observar.
El guión de la cinta es, como diría Brett Anderson respecto del acto sexual en “Obssesions”, simple y complejo, pues conjunta los mitos clásicos de Poseidón y Prometeo, además de hacer una clara referencia a la obra homérica La Odisea; todo ello debido a que su leitmotiv es el mar.
Es este elemento el que da escenario y contenido a la película: dos hombres tendrán que pasar cuatro semanas en una isla, es decir, rodeados del mar que más bien pareciera un monstruo furioso con las fauces abiertas, listo para atacar. Ahí, los protagonistas, Ephraim Winslow y Thomas Wake, serán uno el espejo del otro, de manera que a ninguno le gustará el reflejo.
Tal cual augura Gaston Bachelard “todo un lado de nuestra alma nocturna se explica por el mito de la muerte concebida como una partida en el agua”, puesto que “todos los ríos van a dar al Río de los Muertos”, es decir, al mar, así, estos personajes se enfrentan al otro y a sí mismos, además de al conocimiento que se resguarda en la lámpara de El Faro que se pretende resguardar en esa estancia.
Durante casi dos horas, el espectador pasará momentos angustiantes de soledad, ira y ensoñación. Ephraim Winslow parece huir de algo, mientras que Thomas Wake tiene en sus manos el poder sobre la luz de el faro, con lo que ejerce autoridad.
El director, Egges, fue ampliamente reconocido en 2015 por la película La Bruja, en la cual, de igual manera, hace una combinación de los mitos respecto de esta figura diabólica, aunque lo que destaca de este filme es la tensión que se mantiene hasta el final gracias a la rareza particular que tienen los personajes como esencia de su decoro y que hace dudar de cada acción que llevan a cabo.
De igual manera, en El Faro se intuye siempre que hay algo más que se está por descubrir; entre los claroscuros de la trama y de la propuesta cromática, se presiente algo terrible y esa sensación perdura hasta el desenlace.
Al igual que el blanco y negro en el que está editada, la película está compuesta por binomios que se oponen y complementan: viejo y joven, mar y tierra, luz y sombra. Por lo que los dos personajes centrales de igual manera se confrontan hasta hallar un equilibrio.
A diferencia del resto de películas comerciales alabadas por la crítica, en este filme se busca la introspección, el silencio y el mínimo de elementos, puesto que se da prioridad a la exposición de la condición humana expuesta por sus dos personajes principales, de los cuales, dicho sea de paso, Pattinson todavía queda a deber.