Desde que inició el proceso electoral que llevó a Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos; México no ha tenido un momento de sosiego.
Pendiente de cada berrinche del mandatario, de sus cambios de humor, y peor aún, costal de box en el que el aspirante a gobernar aquella nación otros cuatro años a partir del 2020, descarga sus fobias.
Estos días, encendidas las alarmas preelectorales, el mandatario estadounidense la volvió a hacer.
Hizo temblar al peso con el anuncio de aumentar el 5 por ciento -como medida inicial- los aranceles a las exportaciones mexicanas, bajo el argumento de que México no hace nada por detener una migración.
No obstante, el éxodo de centroamericanos, el pretexto más socorrido a últimas fechas del mandatario para verter odio, visto en términos descafeinados no implica para nada una amenaza a la seguridad nacional de aquel país, porque lo componen en su mayoría mujeres, hombres y niños cuya aspiración es el trabajo y huir del hambre.
Pues con ese pretexto Donald, nos mantuvo en ascuas toda la semana para ayer por la noche anunciar que siempre no, para anunciar luego que siempre sí, aplicaría la entrada de aranceles para el día 10 de este mes.
Que las negociaciones,- anunciaron fuentes cercanas- en las que se logró que el gobierno de México hiciera el compromiso de servirle de cancerbero al señor Trump blindando la frontera sur con 6 mil efectivos de la Guardia Nacional, siguen viento en popa.
Sin embargo, los pataleos del bebé consentido del imperio tambaleante, no se calman, insiste que no necesita a México, como lo declaró posteriormente la noche de ayer.
Pero sus amenazas arancelarias al final terminan siendo disparos en el piem por eso pese a que arma shows mediáticos –por algo es experto- no tan fácil el congreso de aquel país avala sus caprichos.
Para muestra un botón de la historia reciente. ¿Se acuerda del arancel que se impuso al aluminio y acero, hizo un año apenas en mayo? Pues tuvo que cancelarse porque los perjuicios alcanzaron también a cientos de empresarios estadounidenses.
Por desgracia para el xenófobo de Trump en ambas economías los mercados se encuentran tan estrechamente relacionados que quizá por la vecindad, México está a punto de convertirse en el principal socio comercial de ese país.
En ese sentido si se imponen medidas arancelarias por parte de EU, seguramente México responderá de la misma manera afectando las relaciones comerciales a las importaciones de granos de Texas, California y Arizona que nos abastecen de una parte del 47 por ciento del maíz que importamos para consumo cotidiano.
Por otra parte son nuestros clientes de productos primarios como jitomate, aguacate, fresas, frutos rojos, etc. No obstante, la imposición de aranceles sería catastrófica para ambas naciones porque implicaría una escalada de precios al consumidor final y eso no le conviene a nadie.
Si bien es cierto que se tienen acuerdos comerciales que respetar como el T-MEC ¿Hasta cuando seguiremos subordinados a los chantajes de Trump? Quizá es hora de que no le tomemos tanta importancia al bravucón del norte y empecemos a ampliar nuestros horizontes comerciales.
Por lo pronto vamos a pensar que la presión del mercado le ganará al empecinamiento de un tipo que ha demostrado que sabe cómo mover las piezas del ajedrez, aunque haga tambalear su lado del tablero.