Por Renata Ávila
La palabra “deuda” suele despertar juicios rápidos: irresponsabilidad, bancarrota, ineficiencia. Pero, ¿es realmente así? ¿Endeudarse es siempre una mala decisión? En los gobiernos estatales y municipales de México, y particularmente en Zacatecas, la deuda pública ha sido tratada más como un tabú que como una herramienta. Entre discursos que la satanizan y otros que la justifican sin planeación, lo cierto es que detrás de cada peso prestado hay una historia que merece ser contada.
El problema no es la deuda por sí misma, sino cómo, cuánto, para qué y en beneficio de quién se contrae.
Las ideas sobre la deuda pública han dividido a economistas y gobiernos por décadas: algunos la ven como un mal inevitable, otros como un enemigo a evitar a toda costa, y algunos, como Keynes, la consideran una herramienta legítima para impulsar el crecimiento, siempre y cuando se utilice para generar desarrollo y bienestar.
En México, la deuda pública estatal está regulada (porque la Constitución y la Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios establecen que solo puede contratarse para inversión pública productiva, con autorización del Congreso local y con límites vinculados a la capacidad de pago), pero en la práctica hemos visto cómo se recurre a ella para tapar hoyos presupuestales o como instrumento de liquidez, muchas veces sin claridad ni transparencia. Zacatecas no ha sido la excepción.
Zacatecas: Más deuda, poco crecimiento
A lo largo de las últimas cinco administraciones, Zacatecas ha transitado por distintas fases de endeudamiento, con discursos que prometen desarrollo y disciplina, pero con resultados limitados en términos de crecimiento económico.
Cuando Ricardo Monreal asumió el gobierno en 1998, la deuda estatal era de poco más de 98 millones de pesos. Durante su administración, la deuda aumentó casi tres veces, llegando a 359 millones de pesos, en buena medida destinada a obra pública y programas sociales. Sin embargo, la economía zacatecana creció en promedio apenas 1.9 % anual, mostrando que el endeudamiento sirvió para sostener estabilidad, pero no para detonar un desarrollo sostenido.
Con Amalia García (2004-2010), la deuda creció a 650 millones de pesos, un aumento de 81 %, con inversión en carreteras, vivienda y programas sociales. La economía tuvo un mejor desempeño, con un crecimiento anual promedio de 2.2 %, aunque sin cambios estructurales de fondo.
El sexenio de Miguel Alonso Reyes (2010-2016) representó el mayor salto en la deuda pública de Zacatecas: de 650 millones de pesos al inicio de su administración a 7,400 millones de pesos al finalizarla, un incremento de más de mil por ciento, bajo el argumento de financiar obra pública e infraestructura estratégica. Sin embargo, la economía del estado creció apenas 1.5 % anual en promedio durante esos años, dejando claro que la deuda no se tradujo en un desarrollo económico sostenido ni en empleos dignos.
Con Alejandro Tello (2016-2021), se adoptó una estrategia de refinanciamiento y contención. Recibió una deuda de aproximadamente 7,800 millones de pesos y, al cierre de su administración, logró reducirla a cerca de 7,100 millones de pesos, pagando capital y renegociando intereses, sin contratar nueva deuda, logrando mantener semáforo verde en sostenibilidad. Sin embargo, la economía creció apenas 0.8 % anual en promedio, evidenciando que la disciplina fiscal por sí sola no garantiza desarrollo.
Cuando David Monreal Ávila (2021-2027) asumió el gobierno, heredó esa deuda refinanciada de 7,100 millones de pesos. Durante su administración, ha continuado con la política de reducción, y al cierre de 2024 la deuda se ubica en aproximadamente 6,718 millones de pesos, gracias al pago de capital y sin contratar nuevos créditos de largo plazo. Aunque esta política ha brindado estabilidad, también ha limitado la inversión en proyectos transformadores. Mientras tanto, la economía ha crecido en promedio 0.9 % anual en estos primeros años, con un escenario que de mantenerse permitirá reducir la deuda al cierre del sexenio, pero sin transformar las bases de desarrollo económico del estado.
La deuda a nivel municipal
La precariedad financiera tampoco distingue colores partidistas en el ámbito municipal. Mi investigación en La construcción de la deuda pública en Zacatecas (Ávila, 2020) documentó que de 2007 a 2020, el PRI fue el partido que más deuda pública municipal generó en Zacatecas, seguido de Morena, confirmando que no existe una diferencia tajante entre cómo endeudan los municipios de izquierda y los de derecha.
En diversos periodos, los municipios han utilizado la deuda de forma discrecional para cubrir gasto corriente, sostener programas clientelares o financiar obras de relumbrón, especialmente en épocas previas a elecciones, confirmando los ciclos políticos de la teoría de la elección pública: se gasta y se endeuda para sostener gobiernos de corto plazo, trasladando los costos a las siguientes administraciones.
Actualmente, más de 45 municipios adeudan en conjunto alrededor de 965 millones de pesos al IMSS por cuotas no enteradas, a lo que se suman préstamos bancarios de corto plazo, adeudos con proveedores, arrendamientos financieros, sentencias laborales y pasivos no documentados, elevando la deuda municipal a un rango estimado de 1,200 a 1,400 millones de pesos, con Guadalupe, Fresnillo y Sombrerete entre los más endeudados.
Deuda con fines electorales
En materia de deuda pública, como señalé en La construcción de la deuda pública en Zacatecas (Ávila, 2020), las administraciones municipales y estatales han incurrido con frecuencia en un patrón donde ven a la ciudadanía más como electores que como ciudadanos con derechos. En lugar de utilizar la deuda como herramienta de desarrollo, infraestructura y fortalecimiento de servicios públicos, se ha utilizado como instrumento electoral, priorizando obras de relumbrón, programas clientelares y gasto coyuntural en años previos a elecciones. Este uso de la deuda con lógica electoral, más que de responsabilidad administrativa, ha perpetuado la fragilidad financiera del estado y de sus municipios, aplazando las verdaderas transformaciones que Zacatecas necesita.
Este patrón de endeudamiento no puede entenderse sin considerar la alta dependencia de estados y municipios del presupuesto federalizado. Esta dependencia limita la autonomía financiera, restringe la capacidad de planear a largo plazo y empuja a recurrir a deuda para cubrir carencias presupuestales.
En Zacatecas, el 90.1 % de los ingresos estatales provienen de participaciones y aportaciones federales, según Fitch Ratings (2020), colocándolo entre las entidades más dependientes del país. Esto significa que casi todas las decisiones de inversión pública y gasto social dependen de las transferencias federales.
En los municipios zacatecanos, esta dependencia es aún mayor. De acuerdo con Ávila (2020), en promedio, más del 94 % de los ingresos municipales provienen de recursos federales, mientras la recaudación local apenas representa entre el 4 y 6 %.
Esta falta de capacidades recaudatorias y la dependencia de recursos federales generan incentivos para el endeudamiento sin planeación y sin evaluar capacidad real de pago, perpetuando la fragilidad financiera estatal y municipal.
Deuda sin transformación
Los picos de endeudamiento no generaron el crecimiento prometido, y los periodos de disciplina fiscal, aunque necesarios, no detonaron inversiones productivas de gran calado. La minería sigue siendo el principal motor de la economía, pero sin cadenas de valor ni empleos bien pagados. El sector servicios crece con empleos precarios, mientras el campo enfrenta estacionalidad y sequías.
Endeudarse no es malo si se hace para transformar con infraestructura estratégica y empleos dignos. Endeudarse para gasto corriente o programas clientelares, sí lo es.
¿Qué se avisora?
Zacatecas se encuentra en una encrucijada: la deuda pública de largo plazo, tanto estatal como municipal, seguirá siendo un tema clave. Con baja recaudación, alta dependencia federal y necesidades crecientes de infraestructura, el endeudamiento no puede descartarse, pero tampoco puede usarse como parche para déficits o proyectos sin planeación.
De mantenerse la tendencia, Zacatecas podría cerrar el sexenio con una deuda menor en términos absolutos, pero con limitaciones para detonar proyectos de inversión transformadora. Sin replantear prioridades de gasto, uso estratégico de la deuda y fortalecimiento de ingresos propios, la deuda continuará estabilizando en el corto plazo sin impulsar desarrollo.
A nivel municipal, sin cambios en distribución de recursos, incentivos de recaudación y planeación rigurosa, la deuda seguirá creciendo silenciosamente mientras se acumulan adeudos y se deteriora infraestructura local.
Zacatecas necesita construir un modelo de financiamiento responsable, con visión de largo plazo, planeación técnica y rendición de cuentas ciudadana. La deuda debe convertirse en herramienta de inversión en energías limpias, infraestructura agroindustrial y sistemas de agua potable, generando empleos dignos y productividad local.
Endeudarse de forma productiva, con reglas claras y evaluación de resultados, puede construir bienestar y desarrollo. Lo que no podemos permitirnos es seguir endeudando al estado y municipios para cubrir deficiencias administrativas o gastos políticos que hipotecan el futuro.